Caravaggio y el cuadro “La Vocación de san Mateo”
29 septiembre, 2021Enseñar como Jesús
16 octubre, 2021En esta exposición no pretendemos hacer un estudio exegético del vocablo “vocación”, sino expresar lo que ciertamente significa en la Sagrada Escritura, lo que se conoce con tal nombre, porque la Biblia está llena de relatos de vocaciones.
Si partimos del Antiguo Testamento ?, nos damos cuenta de que el pueblo de Israel ha sido elegido o escogido de un modo especial por Dios: de tantos pueblos en su momento, Dios solo ha considerado a Israel como el pueblo de su propiedad, el pueblo de la Alianza. Los vocablos “elección” y “alianza” tienen que ver con el término “vocación”. Con ello, no hemos de considerar que Dios haya tenido preferencia o favoritismo por Israel. Dios no ha de rendir cuentas a nadie, tampoco pedir consejo o permiso. Por otra parte, la elección de un pueblo no implica la exclusión o reprobación de los otros ?. Al contrario, Israel está al servicio de los demás pueblos, tiene proyección y misión universal (Gén 12,3; Éx 19,5-6). No cuenta con más privilegios, sino que adquiere numerosos más compromisos y responsabilidades ante su Dios.
Al hablar de ? misión universal, utilizamos otra expresión que tiene que ver con el término vocación. Esta misión se personifica en la figura de Abrahán. Israel a través de Abrahán recibe el encargo de reflejar la gloria del Padre Dios, ser luz de los pueblos, luz del mundo, sal de la tierra, pueblo encargado de guiar a otros pueblos por el camino que Dios quiere conducir a la humanidad. Esta tarea o misión le resulta difícil al pueblo elegido y a sus miembros. De ahí que parezca normal la pregunta: ¿Porque se ha fijado Dios en este pueblo tan pequeño, tan insignificante? Y esta es la respuesta: “El Señor se fijó en vosotros y os eligió no por ser el pueblo más numeroso entre todos los pueblos de la tierra, ya que sois el más pequeño de todos. Porque el Señor os amó y porque ha querido cumplir el juramento hecho a vuestros padres: os ha sacado de Egipto […], y os ha librado de la esclavitud» (Dt 7,6-8). En Is 41,14 Dios se dirige al pueblo llamándolo “gusanito de Jacob, oruga de Israel”, como resaltando la insignificancia de esta nación entre el resto.
Tanto Israel, ?el pueblo elegido, como los demás mortales de este mundo no estamos a la altura en el compromiso con Dios, de la alianza sellada con él. ? Fue “pueblo de labios impuros” (Is 6,5), “casa rebelde” (Ez 2,2). Sucumbió en una u otra medida a tentaciones de idolatría, del deseo de asemejarse a los otros pueblos, del sincretismo, de la inclusión de su Dios en un panteón de dioses, del ansia de sacudirse de encima el yugo demasiado costoso de la Ley… Todo ello lo habría conducido a la desintegración y desaparición; lo habrían aniquilado las culturas de los otros pueblos y sus respectivos panteones. Los momentos de gracia y fidelidad implicaron esfuerzo y lucha ?; los de desgracia e infidelidad “revelarán toda la trágica dialéctica” de la elección-vocación de Israel y su misión correspondiente (Del Olmo, 1971, 13). Nobleza obliga: el don y misión recibidos son también un peso. La encomienda es una carga (honor – opus), no un título puramente honorífico. Al no ser fiel a la misión confiada, Israel temerá la desaparición. No se produce, mas el pueblo sufre la pedagogía del “castigo” como única vía de salvación.
Después de haber repasado la vocación de Israel como pueblo elegido, es posible darnos cuenta de qué supone ? la elección divina a individuos particulares. Estos raramente se llaman “elegidos”, fuera del rey. Y nunca individualmente, los ? profetas nunca. La elección de Israel es la vocación fundamental: en el fondo, solo la comunidad en sí es llamada expresamente y para su propia “realización”. los demás, solo “en función de” y para realizarla a ella y así realizarse».
En el Antiguo testamento ? nos vamos encontrar, tanto directa como indirectamente, con relatos de vocación. ? En cuanto a los relatos directos, nos fijamos en los que narran una vocación personal directa. «Se agrupan fácilmente en cuatro divisiones: ? relatos de vocación de “jefe” (Abrahán, Moisés, Josué, Gedeón); ? relatos “atípicos” de vocación profética (Samuel, Elías, Eliseo, Amós, Oseas); ? relatos “típicos” de vocación profética (Isaías, Jeremías, Ezequiel); ? relatos “poéticos” de vocación profética (Deuterio-Isaías, “Siervo de Yahveh”, Trato-Isaías). ? En cuanto a los relatos indirectamente tenemos: ? la anunciación y relato de infancia (Isaac: Gen 18,1-15; 21,1-8; Ismael: Gen 16,1-16; 21,9-21; Moisés: Ex 2,1-10; Sansón: Jue 13,1-24, Samuel: 1Sam 1,1-28); ? el relato de elección o vocación indirecta (Barak: Jue 4,4-10; Jefté: Jue 1,1-11; Saúl: 1Sam 10,17-26; Jeroboán: 1Re 11,29-39; Salomón: 1Cr 28,1-10; ? el relato de unción e investidura (Saúl: 1Sam 9,15-10,8; David: 1Sam 16,1-13; Aarón: Le 8,1-36; Josué: Da 34,9).
La vocación en la Sagrada Escritura es una iniciativa divina (llamada). Dios llama al que Él desea, y le confía una misión determinada. La llamada de Dios aparece muchas veces en forma un misterio: como si frustrara tus proyectos y truncara tus esperanzas.
Si pasamos al Nuevo Testamento ? , vemos la vocación de san Juan, pero tendríamos que comenzar hablando de la vocación de Jesús y sus seguidores. Porque Jesús también tuvo que discernir realmente su vocación en este mundo. Los relatos bíblicos nos hablan de la “misión” de Jesús —término que, como hemos dicho anteriormente, tiene que ver con la vocación—: «Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley…» (Gal 4,4). El cuarto evangelio habla también, y en muchas ocasiones, de la misión del Hijo por el Padre (Jn 3,16, etc.). En ambos textos se destaca la misión del Hijo de Dios. El teólogo H. U. von Balthasar escribía: Cristo mismo es “llamado desde el seno materno” (Is 49,1-5) y elegido de antemano como Mesías en el signo del nacimiento virginal: “El que nacerá será santo y llamado Hijo de Dios” (Lc 1,35)» En otro lugar afirma que “el Hijo es desde la eternidad el Llamado por el Padre”.
Como ya sabemos que el Hijo de Dios ha venido a una misión especifica en este mundo, nos toca ahora fijarnos en aquellos que el Hijo de Dios ha llamado para que lo sigan. para que haya continuidad en la obra salvadora del Padre.
En los relatos evangélicos consta que Jesús va llamando a unos amigos para que estén con Él, les encomienda una misión: continuar el anuncio de la buena Noticia de salvación. La figura más emblemática de este grupo es?Pedro, el hombre entusiasta desde el primer momento, espontaneo y extrovertido (Mc 8, 29.32; Mt 18,21), generoso y decidido a raudales (Jn 6,68ss.), presuntuoso y algo fanfarrón (Mc 1419); luego, sin embargo, débil, temeroso y preso de sus falsas seguridades. No obstante, más tarde por su fidelidad a la llamada del Maestro, dispuesto a dar la vida hasta el extremo, igual que aquel.
Otra figura emblemática de vocación del Nuevo Testamento es la de ?Pablo: en todas sus cartas vemos cómo lo fue llevando el Señor por un camino misterioso, ya que de perseguidor de cristiano pasó hacer un gran portavoz de la buena Noticia de salvación. Su misión, al igual que la de todos los llamado por Dios, ha sido la de vivir la alianza con Dios; todos sus escritos confirman que se ha tomado en serio esta propuesta de parte de Dios: desde su tierna infancia, por herencia familiar, pues pertenecía a la familia de los fariseos (Flp 3,5), es decir, de estricta observancia. Manifiesta que hay un motivo grande de su vocación, la Buena Noticia: todo lo hago por el evangelio (1Cor 9,23).
En resumen: la vocación en la Sagrada Escritura es una iniciativa divina (llamada). Dios llama al que Él desea, y le confía una misión determinada. La llamada de Dios aparece muchas veces en forma un misterio: como si frustrara tus proyectos y truncara tus esperanzas. Así actúa para nosotros Dios. Presenta una historia de amor con cada uno de nosotros, y nos invita primero a marginar nuestros proyectos, para que realmente vivamos desde Él, fiados, esperanzados y entregados. Cuenta solo Él y en exclusiva. Así es nuestra vocación.