Camino agustiniano para el discernimiento vocacional (Parte 2)

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Escucha tu corazón

Para San Agustín es muy importante aprender a escuchar al propio corazón. Incluso más, en el camino del discernimiento vocacional es importante aprender a escuchar la voz de Dios en lo profundo del corazón. Pero difícilmente se escucha la voz de Dios en el corazón, si primero no se aprende a escuchar al propio corazón. ¿Por qué es, pues, importante escuchar al corazón? San Agustín da una respuesta sencilla y contundente: “Porque en el corazón soy lo que soy” (Confesiones X,4).

Siempre me han fascinado las semillas. Una de las experiencias más sorprendentes de mi infancia fue constatar cómo una simple y pequeña semilla nace y crece tanto, hasta dar flores y frutos. Jesús de Nazaret advirtió también el prodigio que es una semilla. Empleó la imagen en una parábola, “el Reino de los cielos se parece a una semilla de mostaza que un hombre toma y siembra en su campo. Es la más pequeñas de las semillas; pero, cuando crece, es más alta que otras hortalizas; se hace un árbol” (Mateo 13,31-32). También la usó para referirse a la fe, “si tuvieran la fe del tamaño de una semilla de mostaza, dirían a aquel monte que se traslade allá, y se trasladaría” (Mateo 17,20).

¿Qué es lo más sorprende de una semilla? Que sea del tipo que sea, guarda en su interior toda la información que se llegará a requerir para nacer y desarrollar según su especie, cuando se dan las condiciones adecuadas. Asimismo, la semilla contiene dentro de sí la fuerza suficiente para poner en marcha un proceso de despliegue de la vida que custodia, cuando encuentra en el exterior las señales favorables para iniciar esta fase. Una simple semilla alberga en su corazón la más grande promesa de vida.

La pedagogía del acompañamiento vocacional puede aprovecharse de esta sabiduría inscrita en lo profundo de todas las especies vivas de la naturaleza; en particular, en el ser humano. Cuando san Agustín invita a volver al interior, propone un viaje al centro del corazón donde se resguardan la verdad profunda del ser humano y la fuerza suficiente para detonar un proceso maravilloso de vida. En este sentido, aprender a escuchar al corazón es aprender a reconocer lo que ahí, en lo profundo del interior, está albergado como la verdad más esencial y la fuerza germinal más potente.

El primer paso para el discernimiento vocacional es precisamente el de aprender a escuchar al propio corazón, porque en el corazón la persona reencuentra su identidad más honda; ahí es lo que es. Y ¿cómo aprender a escuchar al corazón? El ejercicio de escuchar al corazón es todo un reto. Normalmente las personas, en el esfuerzo de adaptarse a la realidad y las circunstancias del ambiente, se distancian mucho de su centro más genuino. La misma cultura propicia atender mucho más los aspectos exteriores, superficiales, de imagen y apariencia. El mensaje es: si no eres reflejo de lo que la misma sociedad dicta que seas, entonces no eres nadie.

La vía para tener acceso a lo profundo del corazón consiste en recuperar los anhelos más hondos, aquellos que brotaban de la esencia y la originalidad de cada persona. Escuchar al propio corazón tiene mucho que ver, pues, con recuperar aquellos sueños inocentes, pero grandiosos e inspiradores: viajar por todo el mundo, ser astronauta, conducir un submarino, pilotear un avión, ser el capitán de un gran barco o una elegante modelo de moda, etc. Aquellos sueños que posiblemente alguien frenó en seco burlándose o tachándolos de fantasías ilusas e irrealizables.

El primer paso, por tanto, para el discernimiento de la propia vocación consiste en escuchar al corazón porque ahí están guardados los anhelos más profundos, los que nacen de la esencia que es cada persona. Y el núcleo del discernimiento no está en recuperar materialmente esos sueños para realizarlos, sino en recuperar la capacidad de soñar, que quizá está apagada. En el camino vocacional los anhelos más profundos, los sueños más genuinos, señalan la mejor dirección de la vida.