La llamada del Dios de la vida

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Por lo general cuando se habla de “vocación” se piensa ? en un llamado a la vida religiosa ? – sacerdotal y desde la perspectiva secular, la inclinación a una profesión u oficio, no obstante, la Biblia al referirse a la vocación nos introduce en una serie de eventos y situaciones que involucran la totalidad del hombre y su devenir en el mundo.

La Sagrada Escritura ? nos presenta desde las primeras páginas del Génesis a un Dios que quiere comunicarse ? y llama en primer lugar a la vida; en otras palabras, una llamada a ser conscientes de nuestra identidad y misión en el mundo. En los relatos de la creación revela al hombre que su misión es vivir como imagen y semejanza de Dios, actuar como vicario divino, administrador de la creación; un asunto vital. Hoy son pocas las personas que perciben su vida cotidiana como una vocación, como bien lo afirma Juan María Uriarte: “La vida concebida como vocación está en crisis”.

La llamada de Dios no surge al azar ?, responde siempre a un proyecto con una finalidad específica. Dios siempre llama para enviar, es el caso de Abrahán, Moisés; Josué, los profetas, Jesús a sus discípulos, etc. Por tanto, la vida en sí misma, como vocación es misión.

La llamada de Dios exige la escucha ? del hombre. Llama a quien quiere, cuando quiere y con nombre propio. Dios establece una relación estrecha e intensa con aquel que llama. El individuo que escucha y se deja interpelar, no vuelve a ser el mismo, se produce un cambio interior . Aunque llegase a rechazar la voz de Dios, una inquietud constante se introduce en su ser. Dios puede llegar a insistir de múltiples formas en su llamada ?, si el mensaje es crucial para la realización del sujeto. Toda llamada exige una respuesta negativa o afirmativa. La respuesta puede ser a través de palabras o acciones. En la biblia, el hombre es llamado y es al mismo tiempo el sujeto que responde, por tanto, toda persona en sí misma es vocación.  La primera llamada de Dios es a la existencia, a vivir, a interactuar con el mundo ? y con los otros, esa será la respuesta y su misión.  Vivir y tener un proyecto de vida constituyen la vocación integral del ser humano.

La vocación trae consigo un cambio de ruta ? y para no teorizar, es mejor echar una mirada a un ejemplo concreto que nos relata el Antiguo Testamento: el caso Moisés.

La historia de Moisés se podría titular: “de príncipe a mendigo” (Ex 2, 1-15).  Un niño hebreo es rescatado de las aguas del río Nilo, por la hija del faraón, crece con muchos privilegios en el palacio real, hasta cuando se ve afectado por la injusticia contra un israelita y decide actuar en favor de la justicia. En adelante se convertirá en un enemigo de Egipto, expulsado de la casa del faraón y con una amenaza de muerte a sus espaldas, debe iniciar un largo camino a lo incierto, al desierto, sin provisiones, expuesto a todo tipo de peligros ?. 

Al fin llega a un poblado en el encuentra cálida hospitalidad en casa de su futuro suegro (Ex 216-22), forma su propia familia y tiene un trabajo estable y una estancia serena. Al parecer su proyecto estaba cumplido, sin embargo, Dios irrumpirá en su vida, lo llamará y le dará un encargo, porque al fin y al cabo, si vocación es la vida misma, entonces vocación es misión ?. Moisés fue salvado de las aguas con un propósito, ser el protagonista de un proyecto de Dios con su pueblo, esta es su vocación original, nada fácil le espera, no obstante, Dios respeta la libertad humana y la respuesta está en manos ? de Moisés.

Moisés está en sus labores del día a día, como pastor de ovejas ? y estando cerca del monte Horeb ?, ve algo que le llama la atención, es un buen observador y se sorprende de las cosas más sencillas en el campo; esta es una buena cualidad para entrar en contacto con un Dios que actúa en medio de la discreción. El capítulo tres del Éxodo, nos relata la historia de la zarza ardiente ?. El Señor le llama dos veces por su nombre: “¡Moisés, Moisés!”; él responde: “Heme aquí”. El relato nos cuenta que le pide quitarse las sandalias para entrar en tierra sagrada. Dios se presenta como “Yo soy el que soy”, pero bien puede entenderse también como “Yo soy el que soy, el que era y el que será”. Le encomienda a Moisés una misión nada fácil, volver a Egipto, la tierra de donde huyó, en la que corre peligro de muerte y, para complicar las cosas, debe ser su portavoz ante el faraón, organizar a un pueblo difícil, sacarlo de Egipto y conducirlo a la tierra de la promesa. Desde el momento que le pidió “Quitarse las sandalias”, a Moisés le esperaba un llamado que cambiará su vida y lo llevará a encontrar la vocación inicial. 

Moisés ve el asunto difícil y el miedo lo invade. Aunque Dios le garantiza que estará con él y le asistirá de diversas formas, la complejidad de la misión lo supera por la fragilidad humana. En medio de su lucha interior saca todos los pretextos posibles para evadirse (Ex 4, 1-13), no obstante, Dios insistirá una y otra vez y cuanto sea necesario, porque la misión será vital para que Moisés se realice en la vida.

Finalmente, Moisés, como suele suceder en la Biblia, no responde al llamado con palabras, sino con acciones puntuales: va a casa, se despide del suegro, toma a su mujer e hijo y parte a Egipto a realizar la misión. Lo anterior nos indica que la vocación es dinámica ?, no estática. Moisés, halló una nueva familia que le acogió con cariño, llevaba una vida tranquila, sin mayores dificultades que las de un pastor con su rebaño y ahora le espera la difícil travesía por el inhóspito Sinaí, exponer a diversos peligros a su familia y sobre todo el riesgo que representa Egipto y el faraón. Aquel que responde a la llamada de Dios no puede echar raíces, debe estar siempre en camino. 

La vocación exige coraje, decisión , despojarse de ataduras , miedos, angustias y fiarse de la palabra de Dios

La vocación exige coraje ?, decisión , despojarse de ataduras , miedos, angustias y fiarse de la palabra de Dios. Moisés en su libertad, podía no complicarse y seguir en casa de su suegro, sin embargo, esa no era su vocación inicial, con el tiempo, a lo mejor entraría en una crisis de sentido de vida, porque en su interior estaría siempre la inquietud y la pregunta: ¿qué hubiese pasado si aceptaba ir a Egipto? La frustración del no haber arriesgado, tal vez le convertiría en un ser rutinario, sin motivaciones y amargado por lo que pudo ser y no fue.

La vocación es un proceso que nos lleva a cuestionarnos interiormente a descubrir nuestras grandezas y miserias; de esta forma podemos caminar con seguridad en la vida, porque habremos adquirido identidad y carácter, a fin de no dejarnos manipular, ni alienar desde fuera. El hombre que en cualquier etapa de su vida escucha la llamada y responde, asume riesgos, pero lo gana todo, porque aprende a vivir en libertad y con un propósito definido, afrontando los embates de la existencia y guiando a otros en su caminar.

 Cf. J. M. Uriarte, Palabras de vida para el ministerio. La espiritualidad apostólica según el Nuevo Testamento, Sal Terrae, Santander 2020, 51.