Santiago el Mayor, el hijo del trueno

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Hoy, queridos jóvenes, reflexionaremos la vocación de uno de los hijos de Zebedeo: Santiago Apóstol (Mc 1,19). Él formó parte del cuarteto de los apóstoles que fueron convocados en primer lugar por Jesús (Mt 4,21) Luego, estuvo presente en las primicias del Ministerio de Jesús que se inició a la orilla del mar de Galilea (Mt 1,14), así como también en algunos episodios privados de la vida de Jesús (Mc 9,1-13). 📖 Por lo tanto, podemos reconocer la virtud que vivió el santo apóstol gracias a las decisiones que tomó (Lc 5,11).

Primeramente, es notorio que Santiago el Mayor no dudó 😎 en aceptar el llamado de Nuestro Señor, pues inmediatamente abandono su trabajo y su familia (Mc 4,22). Así pues, detengámonos en esta situación por un momento y meditemos en la elección que el hermano de san Juan evangelista hizo: 🎯 dejar atrás su primera casa, su primer trabajo, su primera familia, su primera vida, su tierra natal y todo lo que conocía. De este modo, se percibe que el llamado de Jesús es algo serio. No se trata de una simple invitación a unas vacaciones en un campamento, sino algo que va más allá. Es una convocación a la Vida Eterna (Mt 16,24).

Además, téngase en cuenta que antes de que el nombre de hijo del trueno estuviera entre los primeros cuatro discípulos, aún no era un apóstol. Por lo cual, antes de escoger a los Doce, Santiago estuvo en muchas de las misiones con Jesucristo: predicaciones y milagros por las ciudades y caseríos (Mt 9,35). 🎯 Luego, eso nos revela que la vocación es una construcción día a día que, aunque parezca terminada, aun así necesitará de cambios y revitalización (Mt 26,41).

Sumado a eso, se puede ver que si bien Santiago el Mayor fue misionero –esto es, evangelizador en varias ciudades, y nunca descansando en un único lugar- Jesús no lo trató mejor que a los otros. Al contrario, él le enseñó cómo funciona la jerarquía celestial (Mc 10,34), y esa lección fue dada también al profeta (1 Sam 16,7), así como a Pedro (Mt 16,23). De esta forma, se percibe que las vocaciones ya sea laical, religiosa, sacerdotal y misionera, por las que rezamos en la oración por las vocaciones son, de hecho, una vida entregada 👐 . Y nosotros debemos rezar y pedir por tales vocaciones 🙏 (Mt 9,37-38).

De esta manera pues, Dios quiere de nosotros un acto de amor y caridad con nuestros hermanos (Mt 25,42-46). Y para que eso suceda, debemos usar y mejorar todas las habilidades que nos fueron regaladas (Mt 25,14-20). En este sentido, tenemos el ejemplo de Nuestra Señora, que acogió la invitación divina, la aceptó, dio su sí y se dispuso de forma plena para Dios (Lc 1,38). Solamente confiando ciegamente en el Altísimo, descubrimos que los planes de Él son mejores que los nuestros (Jr 29,11).