La familia y la vocación
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Juan era el mayor de 7 hermanos. Nacido en Sahagún de Campos, Villa de la provincia de León, en España, en 1430. Desde pequeño Se formó con los monjes benedictinos del monasterio de Sahagún, destacando por su inteligencia. Siendo aún muy joven siente la vocación al sacerdocio, pero solo hasta el 18 de junio de 1463, vestirá el hábito de agustino, después de prometerle al Señor que, si le curaba de una grave enfermedad que padecía, se haría religioso.
Fray Juan se caracterizó por ser un predicador elocuente
La vida de este santo, lejano en el tiempo, pero cercano en la vivencia de su vida cristiana y religiosa, transcurrió entre el púlpito del convento de San Agustín, en Salamanca y las calles de aquella ciudad “sin ley”, que en el siglo XV imponía las reglas a golpe de espada. Fray Juan se caracterizó por ser un predicador elocuente. Sus sermones transformaban la vida de quienes los escuchaban, pero también le causó la persecución de muchos que se sentían interpelados y en cierto modo atacados, por las palabras duras del joven fraile. Alguno de sus biógrafos dice, incluso, que su palabra “arrullaba y tronaba a la vez”.
Gustaba de estudiar la Sagrada Escritura, para luego explicarla a la gente de todas las clases sociales que se acercaban a él. Dedicaba también, largos ratos a la oración ante Jesús Sacramentado. Es común en sus biografías, leer que sus misas eran “muy famosas” entre los fieles, por la devoción con que celebraba y por el tiempo que demoraban. En repetidas ocasiones, cuando le llamaban la atención sus superiores por la duración de las mismas, decía que tardaba mucho en la celebración, porque tenía momentos de éxtasis al ver a Jesús en la Eucaristía y ya no era capaz, por mucho rato, de proseguir la celebración.
Pasaba, muchas veces, el día entero visitando y consolando a los que padecían en el cuerpo y en el alma, también recorriendo la ciudad y pidiendo a las personas más pudientes, que le dieran limosnas para remediar las necesidades de los huérfanos, los enfermos, los más pobres y los ancianos. Los domingos y los días de fiesta visitaba, sobre todo, los hospitales para llevar consuelo, y algo de ayuda a los enfermos.
Su vida humilde y penitente, transformó el modo de vida de los habitantes de la ciudad de Salamanca, España, que desde 1602 hasta hoy lo veneran como patrono. De este santo se dice que hizo muchos milagros, incluso en vida y literalmente se consumió en el servicio y entrega a todos lo que recurrían a él. Su fama de santidad aumentó con su muerte, por lo que muchas personas acudían a su sepulcro para pedir a Dios alguna gracia, por intercesión de fray Juan.
Como preparación a la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el próximo domingo, pidámosle a san Juan de Sahagún que nos enseñe a tener siempre un gran amor por Jesús Eucaristía, presente en el Sacramento del altar, pero también en los pobres y marginados de la sociedad.