– palabras + obras
16 diciembre, 2020Camino agustiniano para el discernimiento vocacional (Parte 1)
19 enero, 2021Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscan?» Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?» Él les dijo: «Vengan y lo verán.» Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.
(Jn 1, 38-39)
La pregunta desafiante de Jesús a estos dos discípulos de Juan el Bautista, que al oír hablar de él se interesaron por conocerlo, nos lleva también a nosotros a pensar ¿qué buscamos, cuando buscamos a Dios? Sin duda alguna que toda nuestra vida se compone de pequeñas búsquedas: seguridad económica y laboral, salud, bienestar, prosperidad, estabilidad y como seres humanos sabemos que el sentido de nuestra vida no se reduce a lo meramente biológico, por lo que buscamos la realización personal, el cumplimiento de nuestros sueños e ideales. Y como somos incorformistas siempre queremos buscar más.
Pero, ¿Qué es lo que verdaderamente buscamos? ¿Qué buscamos con nuestro trabajo, con nuestro dinero, con nuestras relaciones familiares y sociales…etc? ¿Qué buscamos verdaderamente cuando nos presentamos delante de Dios? Es importante hacernos estas preguntas para encontrar el sentido de nuestras búsquedas, no olvidemos que cuando buscamos algo en el fondo sabemos qué queremos encontrar, si no nuestra búsqueda sería vacía e infructuosa; sería, algo así, como convertirnos en animales inconscientes que solo nos novemos por instinto.
A la pregunta de Jesús «¿Qué buscan?» Ellos responden diciendo que quieren saber de él, conocerlo, saber dónde vive para luego poder hablar personalmente, querían saberlo todo, les había cautivado su presencia. Pero si inquietante fue la pregunta más aún es su respuesta: «Vengan y lo verán» y continúa el Evangelio diciendo que, «entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día». Solo Jesús puede presentarse él mismo como la respuesta, por que él es el camino, el que le da sentido a cualquier búsqueda, el que colma las expectativas del ser humano, el que otorga la verdadera felicidad.
Y ellos fueron, vieron y se quedaron una noche, un día, una semana, un mes, toda la vida. ¿Qué buscaban aquellos hombres y qué fue lo que encontraron? Quizá la curiosidad por conocer al Maestro los llevó aquella
tarde a preguntarle por un lugar «¿dónde vives?» Pero no se imaginaron que la experiencia de aquella tarde transformaría para siempre su existencia. Su búsqueda se transformó en encuentro; un encuentro que dio sentido a sus pequeñas búsquedas. Además, no sólo se quedaron ellos, sino que luego fueron y contaron lo que habían vivido, para que otros también experimentaran lo mismo.
Dicen que, existe hoy una generación llamada la de los “seekers”, “buscadores”, que lo que buscan es una religión. Se busca, una verdad que dé sentido a la vida, que satisfaga, que libere de la insatisfacción de las pequeñas verdades, de las pequeñas y vacías satisfacciones; sobre todo se busca a alguien en quien confiar, que sea referencia de su vida.
El joven es buscador por naturaleza, no se conforma con lo primero que encuentra sino que siempre desea más; su pasión por la vida le lleva a trazar horizontes de búsqueda, a plantearse metas que generan ilusiones, sueños que son más que fantasías; pero es necesario que en esa búsqueda tenga claro el camino, de lo contrario puede extraviarse en falsas ilusiones que solo dejan insatisfacción, infelicidad y pérdida del sentido de la vida. El joven necesita tener todos los sentidos dispuestos y orientados en la búsqueda de lo que es verdaderamente importante en su vida y de lo que desea encontrar, para que ésta no se quede simplemente en la satisfacción de sus ansias de poder, placer y tener.
La vocación es precisamente eso: buscar, llamar, encontrar, quedarse; estar delante de Dios que tiene un proyecto de vida para cada uno de nosotros, que llena todas las expectativas. Pero debe ser una búsqueda consciente porque él es quien toma la iniciativa, quien inspira esos deseos de buscarlo y de encontrarlo, porque tiene un plan magnifico para cada uno de nosotros. Algo que transforme nuestra vida totalmente al punto de quedarnos con él para siempre, como lo hicieron los primeros discípulos.
También hoy Jesús sigue preguntándonos, «¿Qué buscan?» cuando nos acercamos a él, y sigue ofreciéndose él mismo como respuesta: «Vengan y lo verán» porque sabe que solo en él encontramos la felicidad y porque desde el bautismo todos hemos sido llamados a seguirle. Esa es nuestra vocación de cristianos, lo que da sentido a nuestra existencia. No permitamos que los afanes del mundo, que las voces estridentes de aquellos que ofrecen vanas seguridades y que las falsas promesas de felicidad, disfrazadas de resplandecientes ilusiones, nos distraigan del camino que conduce a Dios.
Busquemos a Dios con corazón sincero, no como una religión, sino como Aquel que llena lo todo, que le da sentido a la existencia y deseemos siempre estar con él, porque solo en él encontramos aquello que buscamos.