Regalar la vida

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Cuando reflexiono sobre el sacerdocio ministerial me viene a la mente la expresión “dar la vida”, y me imagino literalmente muriendo por el Evangelio, o realizando grandes gestas misioneras, como es el caso de los grandes santos misioneros san Francisco Javier o los mártires del Japón. Pero te invito a pensarlo no desde lo extraordinario, sino desde lo ordinario de cada día.

Dar la vida sería algo así como: “Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1Cor 9,16)

La “necesidad” de vivir y predicar el Evangelio que se refleja muy bien en la vida de san Pedro y san Pablo, es la que nos hace entender más a fondo el llamado a “dar la vida” del sacerdocio ministerial. Cuando vivir y anunciar a Cristo es una necesidad, así como el comer o el beber, entonces nos lleva a anteponer el Evangelio sobre otras cosas buenas y loables. 🖊️ Entregar la vida es colocar en primer lugar a Cristo y su Evangelio, para dejar en un segundo o tercer lugar otras realidades.

En concreto, 🤔una forma de dar la vida es acompañar al Pueblo de Dios en su fragilidad . Si algo dejan ver las cartas de san Pablo es esa preocupación por las comunidades frágiles, que se desviaban en alguna ocasión de la Palabra anunciada. Pablo escucha, interpela, acompaña y no suelta de la mano a las comunidades, sino que busca a toda costa que permanezcan unidas al Evangelio. En cuanto evangelizador esa es su prioridad: acompañar el crecimiento en la fe de las comunidades que aceptaron la salvación de Cristo.

Igual podríamos decir de san Pedro quien, desde otro escenario, acompañó a las comunidades, dejando de lado muchas veces sus seguridades para dar paso al Espíritu Santo con su mirada y sus decisiones. Así lo vemos con el episodio donde entra a la casa del centurión romano Cornelio, un pagano que termina abrazando la fe y bautizándose con toda su familia (Hechos 10, 25-48)

Dar la vida es anunciar a Cristo,

aunque parezca que no eres escuchado.

Como ejemplo, podemos traer a colación el concilio de Jerusalén, donde los Apóstoles buscan la comunión por encima de las ideas y las experiencias individuales. Incluso aún en temas bastante controvertidos, como era la costumbre de la circuncisión, se dejan conducir por el Espíritu para encontrar nuevos senderos para permanecer en la unidad en la fe (cf. Hechos 15).

Estos ejemplos nos sirven para dirigir de nuevo la mirada sobre “dar la vida” de Pedro y Pablo. Dos hombres que, ante la necesidad de vivir y anunciar el Evangelio, consiguen poner en segundo lugar sus costumbres, preconceptos, el propio carácter. De este modo, dejan que el Espíritu Santo los  gobierne, aún en mitad de sus fragilidades, y cumplir así la misión encomendada.

🎯Dar la vida es anunciar🗣️ a Cristo, aunque parezca que no eres escuchado. También es buscar la 🖇️ comunión aunque los que te rodean hayan optado por la división. Incluso, es ofrecerse a Jesús aunque el que tienes delante parezca que no le interesa lo que le propones. Es acompañar 💕 con amor al que hoy está desanimado o perdido. Es buscar formarse📖 para servir más y mejor. En definitiva, es buscar momentos personales de intimidad con Jesús🙏 para anunciarlo a Él y no a uno mismo.

Podríamos decir que la “necesidad” de anunciar el Evangelio desarrolla en el sacerdote actitudes que van haciendo de su vida una ofrenda al Pueblo de Dios; ofrenda que regala y siembra vida, como fueron las vidas de san Pedro y de san Pablo. Una entrega en la que perder la vida se convierte, ni más ni menos, que una participación en de la entrega de Cristo para la vida del mundo. Así como ambos apóstoles vieron con naturalidad la llegada del martirio, que así también los sacerdotes de la Iglesia vivan el martirio de cada día, el testimonio de una entrega que da vida.

Si miramos nuestro corazón, ¿está presente la necesidad de anunciar y llevar la Buena Noticia del Evangelio? Ahí comienza la entrega de la vida a imagen de las dos grandes columnas de la Iglesia: san Pedro y san Pablo.

Cuando reflexiono sobre el sacerdocio ministerial me viene a la mente la expresión “dar la vida”, y me imagino literalmente muriendo por el Evangelio, o realizando grandes gestas misioneras, como es el caso de los grandes santos misioneros san Francisco Javier o los mártires del Japón. Pero te invito a pensarlo no desde lo extraordinario, sino desde lo ordinario de cada día.

Dar la vida sería algo así como: “Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1Cor 9,16)

La “necesidad” de vivir y predicar el Evangelio que se refleja muy bien en la vida de san Pedro y san Pablo, es la que nos hace entender más a fondo el llamado a “dar la vida” del sacerdocio ministerial. Cuando vivir y anunciar a Cristo es una necesidad, así como el comer o el beber, entonces nos lleva a anteponer el Evangelio sobre otras cosas buenas y loables. 🖊️ Entregar la vida es colocar en primer lugar a Cristo y su Evangelio, para dejar en un segundo o tercer lugar otras realidades.

En concreto, 🤔una forma de dar la vida es acompañar al Pueblo de Dios en su fragilidad . Si algo dejan ver las cartas de san Pablo es esa preocupación por las comunidades frágiles, que se desviaban en alguna ocasión de la Palabra anunciada. Pablo escucha, interpela, acompaña y no suelta de la mano a las comunidades, sino que busca a toda costa que permanezcan unidas al Evangelio. En cuanto evangelizador esa es su prioridad: acompañar el crecimiento en la fe de las comunidades que aceptaron la salvación de Cristo.

Igual podríamos decir de san Pedro quien, desde otro escenario, acompañó a las comunidades, dejando de lado muchas veces sus seguridades para dar paso al Espíritu Santo con su mirada y sus decisiones. Así lo vemos con el episodio donde entra a la casa del centurión romano Cornelio, un pagano que termina abrazando la fe y bautizándose con toda su familia (Hechos 10, 25-48)

Dar la vida es anunciar a Cristo,

aunque parezca que no eres escuchado.

Como ejemplo, podemos traer a colación el concilio de Jerusalén, donde los Apóstoles buscan la comunión por encima de las ideas y las experiencias individuales. Incluso aún en temas bastante controvertidos, como era la costumbre de la circuncisión, se dejan conducir por el Espíritu para encontrar nuevos senderos para permanecer en la unidad en la fe (cf. Hechos 15).

Estos ejemplos nos sirven para dirigir de nuevo la mirada sobre “dar la vida” de Pedro y Pablo. Dos hombres que, ante la necesidad de vivir y anunciar el Evangelio, consiguen poner en segundo lugar sus costumbres, preconceptos, el propio carácter. De este modo, dejan que el Espíritu Santo los  gobierne, aún en mitad de sus fragilidades, y cumplir así la misión encomendada.

🎯Dar la vida es anunciar🗣️ a Cristo, aunque parezca que no eres escuchado. También es buscar la 🖇️ comunión aunque los que te rodean hayan optado por la división. Incluso, es ofrecerse a Jesús aunque el que tienes delante parezca que no le interesa lo que le propones. Es acompañar 💕 con amor al que hoy está desanimado o perdido. Es buscar formarse📖 para servir más y mejor. En definitiva, es buscar momentos personales de intimidad con Jesús🙏 para anunciarlo a Él y no a uno mismo.

Podríamos decir que la “necesidad” de anunciar el Evangelio desarrolla en el sacerdote actitudes que van haciendo de su vida una ofrenda al Pueblo de Dios; ofrenda que regala y siembra vida, como fueron las vidas de san Pedro y de san Pablo. Una entrega en la que perder la vida se convierte, ni más ni menos, que una participación en de la entrega de Cristo para la vida del mundo. Así como ambos apóstoles vieron con naturalidad la llegada del martirio, que así también los sacerdotes de la Iglesia vivan el martirio de cada día, el testimonio de una entrega que da vida.

Si miramos nuestro corazón, ¿está presente la necesidad de anunciar y llevar la Buena Noticia del Evangelio? Ahí comienza la entrega de la vida a imagen de las dos grandes columnas de la Iglesia: san Pedro y san Pablo.