La vocación es el don de sí en el amor
29 abril, 2023¡El Sacerdote vive de la Eucaristía!
13 junio, 2023En nuestro lenguaje coloquial utilizamos la palabra “corazón” 💓para hablar de la cualidad de una persona😇. Si es una persona que nos sorprende por su bondad, decimos “tiene un gran corazón”, o también decimos “es una persona de buen corazón”. Cuando alguien es muy generoso y desprendido se suele decir de esa persona que “comparte de corazón”. Incluso, también solemos expresar que una persona “le pone el corazón”❤️🔥 cuando vive con pasión aquello que hace. Y una persona que se entrega con entusiasmo en aquello que realiza, solemos decir que lo hace “con corazón”.
Durante el mes de junio concentraremos nuestras energías para presentar la vocación al sacerdocio como una llamada que Dios hace a seres humanos a que vivan con corazón, es decir, a que le pongan el corazón a aquello que son y que hacen. Hablaremos pues, del sacerdocio ministerial como de una vocación a ser “pastores con corazón”. De hecho, Jesucristo, fuente de inspiración del sacerdocio, es el Sumo y Eterno Sacerdote, el Buen Pastor, Aquel que tiene entrañas de misericordia. Su sacerdocio es ni más ni menos que una entrega de amor que se perpetúa para siempre entre los seres humanos.
Se insiste en que todo discípulo de Jesús, el Señor, por el hecho de estar bautizado participa del sacerdocio de Cristo. A esta condición de la vida cristiana se le conoce como “sacerdocio común de los fieles”. Así como Cristo fue profeta, fue rey y fue sacerdote, así cada bautizado es profeta, es rey y es sacerdote. El cristiano es profeta en cuanto habla de Cristo con su vida y, si hace falta, con su palabra. Es rey en cuanto que vive con pasión la misma causa de Jesús, que es su Reino de amor, de justicia y de paz. Y un cristiano es sacerdote en cuanto que su vida está destinada a ser una expresión de entrega por amor; don y servicio a los demás.
En cambio, el sacerdocio como vocación específica en la comunidad cristiana es una llamada que Dios hace a algunas personas para el ejercicio directo y permanente del sacerdocio de Cristo en servicio al Pueblo de Dios. A este sacerdocio se le conoce como “sacerdocio ministerial”. La expresión “ministerial” define el modo en el que se ha de vivir el mismo sacerdocio de Cristo, como ministerio, servicio, entrega de amor. El sacerdote que es ordenado mediante la imposición de manos de un obispo, queda marcado para hacer presente con sus gestos y palabras a Cristo, único Pastor del Pueblo. Todo sacerdocio que no representa a Cristo Buen Pastor no es sacerdote al estilo de Jesucristo.
Un sacerdote es un pastor con corazón, con entrañas de misericordia, que prueba en su interior los mismos sentimientos de compasión de Cristo por su Pueblo; en especial por los que más sufren. El sacerdote con corazón se acerca con respecto y cariño a cada persona, se descalza delante de cada historia, y señala constantemente a Aquel que es capaz de dar la vida nueva, al Cordero de Dios que borra los pecados y llena los corazones de alegría. El sacerdote es un pastor con corazón, que mira y contempla constantemente el corazón atravesado de Cristo, pues de ahí es de donde brota el sentido de su vocación y misión.
Sacerdotes con corazón, que lavan los pies y se arremangan para servir la mesa y lavar los platos. Pastores🐑 con corazón, es decir, personas de buen corazón. Hombres que se entregan, hasta el agotamiento, incluso hasta darse a sí mismos de corazón; que dan de corazón hasta dar el corazón. Pastores que “le pone el corazón” y que viven con pasión aquello que hacen, pues saben que está en juego la obra de Cristo en el mundo: entregar el perdón de los pecados, servir el Pan de la vida en la mesa de los pobres, desgranar el Evangelio que fecunda la tierra con semillas de amor y despertar esperanza en los corazones.