VOCACIÓN SE ESCRIBE CON «V»

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La expresión “Vocación se escribe con «V»” la comentamos en torno a siete palabras. No buscamos un análisis sintáctico, ni una interpretación exegética, ni tampoco un estudio etimológico; lo que pretendemos es señalar palabras de la Sagrada Escritura que comiencen por «V» e irlas relacionando con la vocación.

VIVIR/VIDA

La primera palabra es «vivir» o «vida». Para destacar el verbo «vivir», señalemos que la primera motivación de los discípulos es descubrir dónde vive el Maestro. Por eso Jesús les ha respondido de esta manera: “Venid a vivir conmigo y descubriréis cómo vivo yo, desde dónde oriento mi vida, a quiénes me dedico, por qué vivo así”. Lo hace para que ellos mismos se den cuenta de cómo vive el Maestro: no es lo mismo que te lo digan que vivirlo. Dice J. A. Pagola: “Cuando uno se encuentra con Jesús, tiene la sensación de que empieza por fin a vivir la vida desde su raíz, pues comienza a vivir desde un Dios Bueno, más humano, más amigo y salvador que todas nuestras teorías. Todo empieza a ser diferente”.

Nuestra vocación nos lleva a entregar nuestra vida como Don, nuestra propia vida es un regalo de Dios, como don de Dios también tengo que ser que mi vida sea un regalo para los demás. Jesús nos dice en su palabra, yo soy el camino la verdad y la Vida, pero también nos dice: yo he venido para dar vida y vida abundante. Nuestra primera vocación es dar la vida, si hemos venido a este mundo es para algo, si Dios arriesgo la vida de su Hijo es para algo; para que nuestra vida tenga sentido, tendremos que donarnos a los demás, como dice el evangelio, que es algo paradójico: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto”, lo paradójico es que para que podamos dar vida tenemos que morir, así tiene que ser nuestra vocación, si queremos seguir a Jesús, nos espera la Cruz, por supuesto que no venimos a sufrir en esta vida, pero si venimos a dar nuestra vida, por eso vocación es sinónimo de vida.

Si queremos ayudar a Jesús al salvar a la humanidad, o mejor dicho a construir el Reino, tenemos que ser como esa levadura, ese grano de mostaza que nos plantea Jesús en el mismo evangelio, que no se ven su acción, mueren, pero hacen mucho bien a la humanidad, por ejemplo la levadura no se ve ni en la masa ni en el pan, pero a la hora de darle textura, sabor y tamaño al pan ella tiene que morir, si vemos el grano de mostaza, para poder ser un lugar de acogida y de sombran también tiene que pasar por la muerte, germinar, crecer y dar cobijo, así nos tiene que pasar a todos los que queremos seguir a Jesús, pasar por la muerte para dar vida, ejemplo de personas tenemos muchos ahí tenemos a los mártires de la Iglesia que fueron capaz de dar su sangre por causa del evangelio, esos primeros cristiano deseaban vivir lo mismo de Jesús dejarse moler para ser pan partido para los demás.

VENID

En segundo lugar, destaco «venid», porque el Señor Jesús, en el evagelio de san Juan, les dice esto a dos discípulos, cuando van a su encuentro. Les preguntan qué buscan. Ellos le responden: Maestro, ¿dónde vives? Él les dice: Venid. Ellos fueron y estuvieron con Él. El «venid» indica movimiento, no mantenerse anclado en nuestra seguridades. El Maestro te invita a que vayas a estar con Él. En nuestro proceso vocacional, es un ir en camino, en marcha; somos peregrinos, porque sabemos a dónde vamos: a la casa del Maestro, hacia Jesús, para morar allí, para compartir con Él, para intimar con Él. La invitación de Jesús es a «ir», lo que conlleva un encuentro profundo y significativo. Le siguen porque algo bueno habrán visto en Jesús. A la hora de seguirle, se fían de su palabra: primero hay que creer, y luego ponerse en camino con Él, y dejarnos llevar por Él.

VERÉIS

Este verbo está muy unido al anterior, ya que Jesús les responde: “Venid y lo veréis.

Fueron y vieron”, dice el texto; sin embargo, al quedarse con él, el «ver» se cambió en mirar; o seas les permitió ver más allá, mirar con el corazón. Seguro que estos dos discípulos habían mirado muchas cosas en su vida, mas Jesús le hace caer en la cuenta de que vayan y vean, que estén atentos, que vean con el corazón. Muchas veces, en nuestro camino vocacional, podemos mirar y ver muchas cosas que no nos dejar contemplar las maravillas de Dios. Son esas miradas las que hacen, cada día, que nos dejemos sorprender por Dios. Que nosotros podamos tomar esa postura humilde del ciego Bartimeo y digamos: Señor, que Vea; que pueda ver tantas injusticas, que pueda ver tanta corrupción, tantas llagas en muchos hermanos que sufren; que mi vocación sea un ver con los ojos del corazón y no me quede solo en mirar, sin involucrarme en el dolor del que sufre.

Ahora toca a cada uno de nosotros asomarnos y permitir ser sorprendido por Dios, para descubrir dónde mora su Hijo, Jesús; para dejarme cautivar por Él; para ponerme en marcha tras sus pasos ,y permitir que su evangelio nos ilumine. Es el mismo Señor quien nos invita a asomarnos a ese evangelio, con palabras bien sencillas: “Venid y lo veréis”.

VENDER

La cuarta palabra es otro verbo: «vender». Tras «ir a ver», llega «vender» cuanto poseemos y seguir a Jesús. Es un mandato del mismo Jesús: “Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme”. Supone movimiento: ponerse en marcha; no es quedarse estático, con los brazos cruzado o adormilado. El Señor pone siempre en salida, en movimiento; desea que salgamos corriendo a vender todo lo que tengamos, aquellas pequeñas cosas que nos atan y no nos dejan caminar en libertad como hijos de Dios; que nos ofrecen falsas seguridades. Así pues, vayamos a vender todos y quedarnos con nuestro único tesoro: Jesús. En la vida del seguimiento no vale solo cumplir los mandamientos; Jesús va más allá: nos pide que dejemos todo por Él. Si realmente queremos seguir a Jesús, hemos de dejarlo todo, no quedarnos anclados en aquellas cosas que nos prometen seguridad, pero no nos salvan. Además todo cuanto hemos recibido —bienes, talentos y capacidades…—, todo proviene del mismo Dios, quien nos lo ha concedido para que lo pongamos al servicio de los demás.

Lo que hace Jesús es invitarnos a optar por un estilo de vida que no esté dominado por el dios dinero, sino por el auténtico Dios; y que no nos aferremos a las cosas de este mundo sino que pongamos lo que somos y tenemos a disposición de los demás, especialmente a favor de aquellos a quienes nuestra sociedad les niega los elementos básicos. Son los pobres los que necesitan de nuestra generosidad.

VELAR

La quinta palabra es «Velar», que también forma parte del texto evangélico: “Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor”. En la vida del seguimiento, no solamente es importante vivir, ir, ver y vender todo cuanto tenemos; es preciso, además y siempre, estar vigilando. Hemos de espabilar, no quedarnos dormido. Es muy fácil que esa llama que durante el proceso vocacional se ha encendido en nuestros corazones se vaya apagando, por desencantos de hermanos, por escándalos dentro de la Iglesia, por esclavizarnos en las redes social, por estructuras rígidas en las comunidades y por otras muchas razones que día a día nos van robando el primer amor, que nos dijo ven y verás, nos ha enamorado la voz del Maestro, pero durante el caminar nos vamos enamorando de otras voces que también nos seducen. De ahí que el Señor nos invite estar siempre vigilantes. Hay muchas cosas que nos van seduciendo y nos roban el primer amor. Si no cuidamos nuestra vocación, no seremos fieles a Dios.

Vigilar es antes que nada despertar de la insensibilidad. Vivimos con el sueño de ser auténtico religioso, pero muchas veces nuestras actitudes y estilo de vivir no son los de Jesús, tenemos que despertar, si seguimos anclado en este acomodamiento seguiremos engañándonos a nosotros mismos. Vigilar nos es solamente cuidar mi vocación, sino que también me ayuda estar atento a la realidad. Escuchar los gemidos de los que sufren. El clamor de los pueblos olvidados. Sin esta sensibilidad, no es posible caminar tras los pasos de Jesús.

VERDAD

Nos fijamos ahora en el vocablo «verdad». Después de ir y ver donde vive el maestro, y  además vender todo y estar vigilante, es el turno de la palabra «verdad, porque la verdad es la que nos hace libres. Jesús mismo es la Verdad, pues Él afirma: Yo soy el Camino. la Verdad y la Vida. Quien camina en la verdad no camina en tinieblas, sino en el país de la vida. Eso quiere Jesús que nosotros, los llamados, caminemos en la verdad, no actuemos con mentiras. La mentira nos esclavizan y no nos permite ser auténticos.

Jesús nos invita con sus palabras a ser testigos de la verdad. Nuestro seguimiento nos tiene que llevar a esto. Vivimos en una cultura de mentira que esclaviza, y nosotros a través de nuestra condición de bautizado debemos ser testigos de la verdad humanizadora. Todo el que es de la verdad escucha la voz de Dios. Si la voluntad del Hijo de Dios era vivir en la verdad de su Padre, Jesús no solo decía la verdad, sino que buscaba la verdad, y solo aquella verdad de Dios que quiere un mundo más humano y sincero para todos sus hijos. Cada uno de nosotros hemos de ser testigo de la verdad, no guardianes como los falsos profetas.

Nuestro compromiso como discípulos de Jesús es andar en la verdad, no solamente para provecho nuestro, sino para defender a los pobres. No debemos tolerar las mentiras o el encubrimiento de las injusticias, ni disimular las manipulaciones, ni ser cómplices de tantas mentiras e injusticias. Tenemos que ser “voz de los sin voz, y voz contra los que tienen demasiada voz” (Jon Sobrino). Si pretendemos seguir a la Voz de Jesús para quedarnos como perros mudos, mejor no seguirle; y si seguimos esa Voz que nos llama a dejarlo todo por Él es para que camínenos en la verdad y denunciemos la mentira.

VID

Concluyo esta reflexión con la palabra «Vid», porque sabemos que sin Él no podemos hacer nada. Para que tenga sentido y se haga realidad en nuestra vida el significado de las palabras citadas, deben partir de la Verdadera Vid: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en Él ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada”.

Los seguidores del Maestro debemos estar unidos a Él, ya que de esta manera podremos dar muchos frutos, y nuestra vocación será fecunda. Si no permanecemos en Él nuestra vocación será mediocre. Nuestra fuerza radica en Él, no en nosotros. Si nos separamos del Maestro no daremos frutos.

Jesús no solo nos pide que permanezcamos en Él. Nos dice también evangelio: “Mis palabras permanezcan en ellos”: Que vivamos de la Palabra, que es la fuente de la que tenemos que beber, ya que sus palabras son espíritu y vida. En definitiva, solo Jesús es “la verdadera Vid”. Lo decisivo en estos momentos es “permanecer en Él”: ser fieles, porque Él permanece y será siempre fiel; que no nos desviemos de su proyecto.

Digamos, finalmente, que nuestra vocación es un ir hacía Jesús, un ver dónde vive. Y esto implica vender todo lo que poseemos y ser generosos con los pobres; mas no basta dejarlo todo, sino que hay que estar vigilante y vivir dando la vida como don de Dios, y ser testigo de la verdad. Para que todo esto llegue a su plenitud, hemos de estar unido a la verdadera Vid, Jesús, sin el cual no podemos hacer nada en los distintos momentos y situaciones: vivir, venir, ver, velar, vigilar y andar en la verdad. Podríamos decir, pues, que estamos dentro de un itinerario vocacional: primero Jesús sale a nuestro encuentro y nos invita a ponernos en movimiento para ver dónde vive; luego nos manda vender todo lo que tenemos. A fin de perseverar en el empeño, nos manda estar vigilantes, es decir, cultivar nuestra vocación; después a ser testigo de la verdad, dando nuestra vida. Y si deseamos proseguir en este camino, a volver a lo original, a la verdadera Vid: unidos a Él, daremos frutos y frutos en abundancia.