Recolección agustiniana

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Recolección agustiniana:

El más que opone resistencia a la mediocridad

Nos seguimos preparando para la llegada gozosa de nuestro Salvador con el tiempo de Adviento y seguimos escuchando el mensaje de alegría y de esperanza del profeta Isaías, que usa unas imágenes poéticas, para describir lo que Dios quiere hacer en el futuro mesiánico. Imágenes que a veces toma de la vida campestre: el yermo que se convierte en vergel, las aguas que brotan en el desierto, y otras imágenes que toma de la vida humana: manos débiles que reciben vigor, rodillas vacilantes que se afianzan, cobardes que recobran el valor, el pueblo que encuentra el camino de retorno desde el destierro, etc. Todo son planes de salvación. Ya no caben penas ni aflicción. Curará a los ciegos y a los sordos, a los mudos y a los cojos. Y a todos les enseñará el camino de la verdadera felicidad.

Cuántas rodillas vacilantes y manos temblorosas encontramos también hoy. Tal vez las nuestras, sin ir más lejos. Cuántas personas sienten miedo, o se encuentran desorientadas. Tal vez nosotros mismos. El mensaje del Adviento es hoy, y lo será hasta el final de los tiempos, el mismo: “levantad la cabeza, ya viene la liberación”, “cobrad ánimos, no tengáis miedo”, “tus pecados te son perdonados”, “levántate y anda”. Cristo Jesús nos quiere curar a cada uno de nosotros, y ayudarnos a salir de nuestra situación, sea cual sea, para que podamos llevar una vida llena de sentido. En Cristo Jesús, segundo Adán, tenemos de nuevo todos los bienes que habíamos perdido por el pecado del primer Adán. Cristo es el médico de toda enfermedad, el agua que fecunda nuestra tierra, la luz de los que ansiaban ver, la valentía de los que se sentían acobardados. Jesús es el que salva, cura y perdona…

San Agustín. Ilustración digital del artista Bernardo Ramonfaur hecha para la celebración de la recolección agustiniana.

Y también es Adviento en la familia Agustino Recoleta. Recordemos como en el seno de la Orden de San Agustín había un grupo de frailes insatisfechos con la vida que llevaban y que tenían ansias de mayor perfección, de más radicalidad, de más autenticidad, de más vida de oración, de más austeridad y pobreza, de más mortificación, de más Evangelio, de más radicalidad…

Por eso en la actualidad, para hablar de la Recolección y que la gente lo entienda mejor, lo hacemos desde esa palabra clave, que es la palabra “más”. Un más que tiene que ver con “intensidad”, con la pasión que le querían poner los frailes a su vida. Tiene que ver con el ardor, con meterle otra marcha al ritmo de nuestra vida, con vivir a tope, como dirían los jóvenes hoy. Tiene que ver con radicalidad, con autenticidad; con andar en verdad, que decía Teresa de Jesús.

Recolección tiene que ver con vivir a la intemperie, con arriesgar y fiarse, con vivir de fe, con no tener asido el corazón a nada. Recolección tiene que ver con vivir en profundidad y con hondura y con no quedarse en la superficialidad. La Recolección agustiniana es poner más pasión en las cosas que llevamos entre manos. Recolección es ese “vamos que todavía se puede más, que lo podemos hacer mejor, que podemos sacarle más jugo a las cosas”.

La Recolección tiene mucho de insatisfacción y tiene un plus de rebeldía. Insatisfacción con el hecho de ir llevando la vida de cualquier manera, sin cuestionarse nada, dejándose llevar por la corriente. Insatisfacción respecto al todo vale y con unas relaciones interpersonales superficiales que no generan vida. Insatisfacción con ir llevando la vida sin hacerse preguntas. ¡Y atención!, porque esto que digo vale lo mismo para los frailes, que para las monjas, que para las religiosas, que para los seglares. Cada uno en su respectivo estado de vida y en su vocación.

Esta es nuestra familia, con sus muchas páginas de historia. Páginas tristes y dolorosas, pero también gloriosas (…) Páginas que nos ensanchan el corazón, que nos llenan de orgullo y que son un motivo más para dar gracias al Señor.

Qué pena, que en vez de ese plus y de ese más, lo que vayamos implementando cada día sea el regateo constante a Dios, y el rebajar nuestras exigencias cada día un poquito: rebajas en la oración, rebajas en las relaciones personales, rebajas en la falta de compromiso de nuestra misión, rebajas en una entrega cada vez más llena de condiciones.

Esta es nuestra familia, con sus muchas páginas de historia. Páginas tristes y dolorosas, pero también gloriosas. Páginas martiriales, de mucha generosidad y entrega. Páginas misioneras que hablan de vidas completamente desgastada al servicio del Reino. Páginas que nos ensanchan el corazón, que nos llenan de orgullo y que son un motivo más para dar gracias al Señor. Una historia que continuamos escribiendo entre todos los que formamos parte de esta familia. Los que nos sentimos parte de ella -frailes, monjas, religiosas, fraternidades, jóvenes JAR- debemos preguntarnos: ¿Qué páginas quiero escribir en esta familia? Que el Señor siga bendiciendo a nuestra familia con abundantes vocaciones en todas sus ramas. Pero especialmente, nos bendiga con una vida de fidelidad evangélica y autenticidad a todo lo que significa la Recolección en su sentido más genuino. Y que la Virgen de la Consolación siga siendo nuestra Reina y Madre querida, nuestra segura compañía en la travesía de esta vida. Juntos caminamos por la senda de la esperanza.