La vocación es, ante todo, un camino, un itinerario, un proceso…
28 julio, 2019VOCACIÓN SE ESCRIBE CON «V»
28 julio, 2019Aquellas comunidades cristianas que se determinen a vivir y celebrar su propia vocación, entablar relaciones fraternas sólidas y de cálidas, a vivir la vida de oración, a acoger a las personas con delicadeza y afabilidad, y a vivir el compromiso en la misión, en esas comunidades es posible que surjan vocaciones cristianas auténticas.
Hay en el ambiente preguntas difíciles que ya han sido respondidas y que son títulos de libros: ¿Es posible orar después de Auschwitz? Sí es posible orar después de los campos de concentración en Auschwitz porque allí se rezó. Esta pregunta nos la responde Enzo Bianchi en su libro “Cómo orar, por qué orar”. ¿Es posible creer después de Freud? Sí es posible creer después de Freud porque entendimos que Dios es un Padre amoroso en, a través y más allá de los conflictos con nuestro padre carnal. Esta pregunta la responde Carlos Domínguez en su obra “¿Es posible creer después de Freud?”.
Existe también en el ambiente una pregunta que posiblemente aguarda una respuesta: ¿Es posible la animación de las vocaciones después de los casos de pederastia en la Iglesia católica? Por mi parte, diré en breve que sí es posible la animación de las vocaciones a pesar del anti-testimonio porque la Iglesia católica se ha volcado actualmente, como nunca, en la protección de la infancia y de la adolescencia. Y, lo fundamental, sí es posible la animación de las vocaciones porque el testimonio alegre, sencillo, cercano, apasionado y entusiasta de muchos cristianos despeja la oscuridad y la sombra que se cierne sobre la Iglesia.
El testimonio vocacional es una dimensión esencial de la animación de las vocaciones. Una pastoral vocacional que no cuente con testimonios claros y convencidos de su propia vocación, es como el chocolate sin azúcar, la comida sin sal y las relaciones personales sin espontaneidad. La pastoral de animación de las vocaciones necesita del testimonio de las vocaciones como la vida necesita de la chispa que enciende nuevos desafíos por los cuales apasionarse y ponerse en camino.
La animación vocacional difícilmente funciona sin el extra de la sorpresa y lo impredecible de las relaciones, que parte de la confianza que los otros logran inspirar. Hoy como siempre, la pastoral vocacional tiene atractivo y belleza por la radicalidad evangélica con la que los creyentes viven su condición de discípulos y misioneros de Jesucristo, sea cual sea la vocación a la que hayan sido llamados.
Tengo que confesar que a menudo los promotores y animadores vocacionales atravesamos crisis, es decir, momentos críticos, verdaderas encrucijadas que nos exigen mucho crecer en la fe. Cuando los animadores vocacionales acompañamos a jóvenes inquietos, ilusionados, entusiasmados, con un gran potencial, generosos y dispuestos a cualquier renuncia, nos preguntamos si las comunidades cristianas y religiosas estarán a la altura de la nueva vida, el nuevo vino, la novedad que el Espíritu Santo trae con ellos a la vida consagrada.
Uno de los pecados del promotor vocacional, sobretodo pensando en la vocación a la vida consagrada, es cuando deja que siguiente pregunta lo invada de angustia: ¿para qué abrir las puertas de nuestras comunidades si los jóvenes encontrarán en muchas de ellas un estilo de vida mediocre, aburrido y triste? La tentación es el desánimo y, el reto, construir juntos comunidades fraternas bonitas desde el realismo sí, pero también desde la ilusión, la inspiración evangélica y la ayuda del Espíritu de Jesús resucitado.
El Espíritu Santo llamada y da frutos de vocación en la comunidades cristianas en que él mismo anima la vida de fe y la vocación de las personas de la comunidad. Y la paz, la alegría, el buen entendimiento, el trato afable y las relaciones cordiales son señal cierta de que el Espíritu habita en los corazones de los creyentes. En cambio, las envidias, los celos, la rivalidad y la lucha y el afán de poder son manifestaciones del mal, que asustan, desaniman y espantan. En la vida de la comunidad cristiana ni todo es blanco, ni todo es, gracias a Dios, tan negro. No obstante, es tarea de todos procurar comunidades cristianas que sean vocacionales por el atractivo de su testimonio.
Las comunidades religiosas a menudo tendríamos que revisar la calidad de nuestro encuentro con Dios en la oración, de nuestras relaciones fraternas y de trato con las personas a las que nos debemos y a quienes debiéramos entregarnos generosamente. Suena duro, pero aún así hay que decirlo: las vocaciones que asustamos, desanimamos o espantamos por nuestra negligencia, descuido o falta de delicadeza cristiana, son vocaciones que no merecemos aunque el Espíritu las suscite en nuestro entorno.
Puede que nos entristezca constatar que entran menos jóvenes a nuestras casas de formación. Pero no nos engañemos: un ambiente en donde no primen las relaciones fraternas cálidas, donde no tenga centralidad el Evangelio y en donde no se haga una opción evidente por los pobres y necesitados, difícilmente surgirán vocaciones. Simplemente, falta el testimonio, es decir, la chispa, la sal, la sorpresa y el encanto de nuestra propia vocación. El testimonio es crucial, pues un buen testimonio anima y un mal testimonio desanima; un buen testimonio inspira seguridad y un mal testimonio genera rechazo; un buen testimonio invita a la confianza y un mal testimonio aleja…