La vida, obra y santidad de la Beata María de San José sigue siendo una invitación hoy a ser santos.
La Beata María de San José, Laura Evangelista Alvarado Cardozo, posee desde muy niña un corazón vocacionado, por lo cual se siente profundamente atraída hacia el amor de Jesús Eucaristía y a Él dedica las mejores horas de su vida.
De su mamá y su abuelita paterna conoce el amor de Dios, un amor traducido siempre en hechos concretos de caridad. Desde pequeña, esa relación que posee con Cristo sabe volcarla en el servicio al pobre, porque en ellos ve el mismo rostro de Dios. A los 9 años de edad, funda una escuelita en el solar de su casa y confecciona dulces, tejidos y bordados para adquirir los útiles para sus alumnos, todos mayores que ella. A la par de aquellas primeras letras y números, sus alumnos reciben catequesis, esa dosis del amor de Dios que a ella le penetra profundamente y que lleva vivo y ardiendo en su corazón.
A los 13 años de edad, Laura se consagra, el día de su primera comunión, a Cristo y renuncia a todas esas vanidades a las que ella podía estar atada en aquel momento de su vida. A así va creciendo Laura, como una joven comprometida con el dolor del pobre. Siendo una joven inquieta y al ver tanta precariedad, funda con Monseñor Justo Vicente López Aveledo el primer hospital de Maracay. Allí trabajará 8 años, entregada completamente al servicio de los necesitados. Transcurrido este tiempo, fundará en el año 1901 junto a Monseñor Justo Vicente, la Congregación de las Hermanas Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús.
En esa joven consagrada, sigue habiendo en todo momento, el ánimo y el deseo de servirle a los más pobres y necesitados, es por ello que a través de la congregación, funda 38 obras sociales en favor del más necesitado. En ella se vive plenamente aquél sentir de del carisma agustino recoleto cuando afirma que vamos donde la Iglesia nos necesite. Sentir que siempre alimentó en su amor a la Eucaristía y que le dabas las fuerzas para seguir la voluntad de Dios.
La vida, obra y santidad de la Beata María de San José sigue siendo una invitación hoy a ser santos. También nosotros en el momento actual vivimos muchas situaciones adversas, la pandemia, las dificultades sociales, etc. que nos mueven como a la Madre María de San José a gastarnos la vida en favor del más necesitado. Ella nos sigue diciendo hoy que podemos dar una respuesta positiva a tanta adversidad. Si ella antes lo hizo, nosotros también podemos hacerlo, porque no dista, en urgencias, las dos realidades que en su momento y el actual, estamos viviendo.
Quizás es momento de descubrir lo que Dios pide para ti, ¿Has pensado alguna vez cuál es la misión por la que has venido a este mundo? ¿Te has planteado como opción de vida la consagración a Dios? La joven Laurita Alvarado, un día también se lo preguntó y supo responder con prontitud afirmativamente. En adelante llevó una vida y una obra titánica de mujer enamorada y feliz. Y es, desde esa alegría, que ella puede responder con compromisos concretos y acciones fehacientes ante la necesidad de sus hermanos.
Ella vivió en su momento histórico con profundidad, con valentía y de una forma aguerrida, sin miedo, enfrentando las dificultades del día a día. Tú hoy también, ante las dificultades de este siglo XXI, puedes darle una respuesta generosa al Señor. La Beata María de San José te guía con su ejemplo y con su segura intercesión.
su testimonio nos invita a olvidarnos de nosotros mismos, a vivir en la humildad, en la sencillez, en la celebración de nuestra fe en la eucaristía y a servir al Señor quien es nuestro dueño para así ser completamente felices
Y aunque amaba al Señor con locura y le servía con amor en los pobres y necesitados, su alma se mantenía continuamente anhelando estar con él en el cielo; no como huida de los compromisos terrenales, sino para mejor poseerle y amarle en la eternidad. Hoy día, a 25 años de su beatificación, la Madre María de San José nos enseña que las cosas de este mundo son pasajeras, nos enseña a dar el valor justo a las cosas que pertenecen a este plano y dar también el valor justo a los bienes espirituales que nos esperan en el cielo.
Ella hace vida a las Bienaventuranzas del Evangelio, y con su testimonio nos invita a olvidarnos de nosotros mismos, a vivir en la humildad, en la sencillez, en la celebración de nuestra fe en la eucaristía y a servir al Señor quien es nuestro dueño para así ser completamente felices, no haciendo lo que nos gusta, lo que planificamos o lo que pensamos, sino cumpliendo con alegría y entusiasmo el querer de Dios en nuestras vidas.