Agustín, pasión por la Verdad

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Inicia hoy el mes de agosto y para la Familia agustiniana no es simplemente el octavo mes del año, sino que son 31 días marcados por la alegría y la acción de gracias a Dios por la vida y la obra del gran doctor de la Iglesia: Agustín de Hipona, por la constancia en la fe y en la oración de su madre Mónica, por el testimonio de entrega y consagración religiosa agustiniana de Clara de Montefalco y Ezequiel Moreno y el valor de la perseverancia, sellada con la sangre de Liberato, Bonifacio y compañeros mártires.

Agosto se escribe con A de Agustín, de Agustinos, de Agustiniano, pero también con A de Amor, de Amistad, de Alegría, de Afecto, de Aceptación…Todos estos nombres forman parte del gran abanico de valores agustinianos, que el Obispo de Hipona inculcó a sus monjes y que hoy forman parte del patrimonio espiritual y comunitario de la gran Familia Agustiniana.

Con el Lema “Pasión por la Verdad” queremos dedicar este mes a reflexionar en la figura de este gran hombre, tan antiguo en la historia pero tan actual en nuestro tiempo; haciendo, además,  eco a la invitación de San Juan Pablo II de mantener vivo y atrayente el encanto de San Agustín también en la sociedad moderna, ideal estupendo y entusiástico, porque el conocimiento exacto y afectuoso de su pensamiento y de su vida provoca la sed de Dios, descubre el encanto de Jesucristo, el amor a la sabiduría y a la verdad, la necesidad de la gracia, de la oración, de la virtud, de la caridad fraterna, el anhelo de la eternidad feliz[1].

Este camino tiene no poco que enseñar a los hombres de hoy, con tanta frecuencia perdidos y desorientados frente al gran problema de la vida

El deseo por alcanzar la verdad, llevó a San Agustín recorrer un camino fascinante de lucha consigo mismo, que concluirá con su conversión al cristianismo, donde por fin encontrará la Verdad auténtica, que es Cristo. Este camino tiene no poco que enseñar a los hombres de hoy, con tanta frecuencia perdidos y desorientados frente al gran problema de la vida[2]. Su pasión por la Verdad lo llevó a adentrarse en la profundidad del Misterio de Dios, a estudiar con celo las Sagradas Escrituras, y a amar y defender la Iglesia de los errores, en lo que en otro tiempo él mismo había caído.

Este camino estupendo de búsqueda y encuentro de la Verdad, lo realizó desde la interioridad; de hecho, en su obra “De Vera Religione” escribía: Vuelve a ti mismo; en el hombre interior habita la verdad; y si encuentras que tu naturaleza es mudable, transciéndete a ti mismo para encontrar a Dios, fuente de la luz que ilumina la mente [3]. Es en el interior del corazón donde el hombre se descubre tal cual es, aceptando su historia, su pasado, su vida; donde es capaz de reconocer la grandeza de la obra del Creador y trascender hacia la felicidad absoluta, para ser renovado según la imagen de Dios (cf. TEJ 18.10).

Motivados por esta “Pasión por la Verdad” de nuestro Padre Agustín, queremos dedicar este mes a reflexionar en cuatro aspectos de su vida: “Agustín el hombre”, “Agustín el inquieto buscador de la Verdad”, “Agustín el pastor y predicador de la Verdad” y “Agustín el Maestro de la interioridad”. De igual manera, conoceremos la vida de algunos de nuestros santos, cuya fiesta se celebra en este mes y el testimonio de religiosos y laicos de nuestro tiempo, que se han sentido interpelados por la figura fascinante de este gran hombre y han hecho de él un ejemplo de seguimiento de Cristo, desde la vocación específica a la que han sido llamados. Muchas otras iniciativas nos permitirán, a lo largo de estos días, conocer la vida y la obra del gran Obispo de Hipona. Todas ellas estarán disponibles en nuestra página web: www.inquietar.com y en las redes sociales de inquietar.

Les invito para que vivamos con alegría estos días tan especiales para nosotros, no solo como simples espectadores o lectores, sino pidiendo al Espíritu Santo que nos conceda también a nosotros, la gracia de ser inquietos buscadores incansables de la Verdad que es Cristo, con la misma pasión que lo hizo San Agustín; dejarnos traspasar el corazón por el dardo de la Palabra de Dios que transforma nuestra existencia, rompe la ceguera de nuestros errores y abre nuestros oídos para escuchar la voz del buen Dios que nos invita a volver a él.

[1]Juan Pablo II. Carta Apostólica Agustin de Hipona, en el XVI Centenario de la Conversión de San Agustín. 28 de Agosto de 1986.

[2] Ibid., I. Conversión.

[3] San Agustín, De vera relig., 39, 72: PL 34, 154.