¡Huir de sí mismo!
30 noviembre, 2019Hagan lo que Él diga… …ya es hora!
26 marzo, 2020La vocación se escribe así:
- Venid
- Obedeced
- Caminad
- Amistad
- Comunidad
- Inquietud
- Orad
- Novedad
VENID. Es la invitación de Jesús a sus discípulos: venid y lo veréis; vocación comienza con V, porque la iniciativa de la llamada la tiene el Maestro, Jesús. Nos invita a estar con Él. Jesús en persona dialoga con tres hombres. El primero le dice a Jesús, que lo va seguir; al segundo es Jesús quien le dice que lo siga. Sin embargo, este hombre pone un obstáculos a Jesús: que le deje “enterrar primero a mi padre”. A lo que Jesús le dice: deja tú que los muertos entierren a sus muertos; tú, vente a anunciar el Reino de Dios. Es a este segundo hombre al que Jesús le invita a ponerse en camino para el anuncio del Reino.
OBEDECED. La vocación es obedecer la voz que viene de Dios; de ahí que al discípulo lo único que le corresponde, después de la llamada del Maestro, es la respuesta desde el corazón: obedecer a la llamada que le ha hecho Jesús, responder a esa voz; la obediencia está muy unida a la escucha. Si no escuchamos a Dios, no contamos con la posibilidad responder, ni seremos capaces de discernir nuestra vocación a la que nos está llamando. Es preciso que escuchemos la voz de Dios, a través de su Palabra. Hoy el Señor continúa llamando. No hemos de esperar a que seamos los hombres más santos de este mundo para poderle responder, puesto que Dios no llama a los buenos, sino que a los llamados los hace buenos, decía san Agustín. Debemos escuchar su voz con corazón abierto, discernir nuestra misión en el mundo.
CAMINAD. La vocación conlleva ponernos en camino, y no por cualquier camino, sino por el Camino, que es Jesús. Él nos lo señaló: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. La vocacional implica un ir en marcha, como peregrinos que saben a dónde van: a la casa del Maestro, hacia Jesús, para morar con Él, para compartir con Él, para pisar sus huellas. Para el Papa Francisco, acompañar y formar la vocación supone dejar que Cristo actúe de manera artesanal. “Arraigarse en Cristo es el camino maestro para permitir que su obra nos recomponga. Así que, ¡Ánimo! ¡Cristo nos quiere vivos!”.
AMISTAD. La Vocación crea una amistad con el Maestro, supone vivir de corazón a corazón con Él. El que ha encontrado un amigo ha hallado un tesoro, y nos pasa algo similar a ese comerciante de perlas preciosas: al encontrar la de mayor valor, vende todo lo que tiene para poder quedarse con la más preciada. Así es nuestra vocación. Nuestro Único Tesoro es Jesús, Él será nuestro amigo, ya Él mismo nos lo dice en evangelio: “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído de mi Padre. Vosotros no me escogisteis a mí, sino que yo os escogí a vosotros, y os designé para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda…”
COMUNIDAD. La vocación no es para andar solitario. Desde el comienzo, Dios nos ha creado para vivir en comunidad; cuando crea a Adán, el primer hombre, dice: no es bueno que el hombre esté solo… Vemos que Jesús, siendo un Dios solo junto con su Padre y el Espíritu, podría construir el reino sin ayuda de nadie. Mas Él mismo necesita personas que le ayuden a restaurar el Reino, es por eso que elige a los discípulos. Así pues, nosotros también estamos llamados a vivir en comunidad; nuestra vocación de discípulo no tiene sentido viviendo solos.
INQUIETUD. La vocación ha de aparecer siempre inquieta, porque en situación estática perdería algo esencial. Siempre tendremos que estar “inquietos” en este caminar; ello nos va permitir, día a día, darle sentido a nuestra vocación, porque va suponer dinamismo, y siempre estaremos atentos a lo que el Espíritu nos va pidiendo. Con un corazón inquieto, evitamos a caer en la ACEDIA, que es la que puede matar nuestra vocación.
ORAD. Sin oración, puede perder el sentido la vocación, porque aquella es la que nos permite estar en comunión permanente con el que nos ha llamado, Jesús. Si dejamos de alimentarnos de la fuente principal, nuestra vocación va poco a poco perdiendo su sentido. Es necesario, por tanto, orar por nuestra vocación y por la vocación de los demás. El mismo Jesús nos invita a orar al Padre para que nos regale personas que trabajen en su mies: “Rogad al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha” (Lc 10,1-9).
NOVEDAD. La vocación está abierta a la novedad. Cuando una vocación se cierra a lo nuevo que nos proporciona el Espíritu de Dios, está destinada a claudicar. la novedad ayuda a romper los esquemas antiguos, y nos hace salir de la zona de confort que nos promete falsas seguridades. a novedad nos lleva hacer creativo y arriesgado y la persona que arriesga su vida por el evangelio es porque tiene vocación de discípulo. Si un discípulo cierra su corazón a la novedad del Espíritu Santo, nunca llegará a la verdad, nuestra vocación será mediocre, por no estar atenta a la voz de Señor, que hace nuevas todas las cosas.