Ezequiel Moreno

 
Anécdota

En una cierta ocasión, siendo el Ezequiel apenas un niño de siete años, acompañó a su madre al convento de las dominicas de Alfaro, la Rioja (España). Estando en la portería del convento acompañado de su madre, una monja le preguntó qué quería ser de grande. Ezequielito le contestó, sin dudarlo, que quería ser fraile. La hermana dominica viendo su corta estatura física le dijo: “¡Tú, fraile! Tan calandrajo, ¿para qué te quieren?”. Pero él, sin inmutarse, contestó rápidamente: “Ya me pondré un sombrero de copa, para ser más grande”.

Biografía

San Ezequiel nació el día 9 de abril de 1848, en Alfaro, un pequeño pueblo de la Rioja (España). Se sabe que se papá, Félix Moreno, fue un sastre y que su madre, Josefa Díaz, ama de casa. Tuvieron seis hijos, de los cuales Ezequiel era el tercero. La familia Moreno Díaz era una familia modesta, que vivían el día a día con el fruto de su trabajo. Un hogar de valores cristianos muy arraigados. De Ezequiel apenas se tienen noticias de su infancia; seguramente un niño común y corriente, como los demás del pueblo. Se sabe fue monaguillo en el convento de las religiosas dominicas de su localidad, que cantaba muy bien y que era serio y noble.

Ingresó en el convento de los frailes agustinos recoletos de Monteagudo, Navarra (España), en el año de 1865; contaba con 17 años. Tras el año de noviciado, profesó como religioso castidad, pobreza y obediencia en la familia recoleta. En ese mismo convento cruzó estudios de filosofía. Un par de años después fue al convento de Marcilla, Navarra (España), donde estudió la teología. En el año 1869 se embarcó, junto con otros 17 compañeros, rumbo a las Islas Filipinas. Después de cuatro largos meses de viaje en barco, tocaron puerto en la bahía de Manila. Allí mismo fue ordenado sacerdote el 2 de junio de 1871. Su primer destino fue la isla de Palawan, donde con ilusión intentó sembrar la semilla del Evangelio. En aquella isla enfermó de malaria y tuvo que volver a Manila para su recuperación. Permaneció por varios años en esa ciudad y sus alrededores, realizando tareas parroquiales y administrativas.

En 1885, a los 37 años de edad, lo nombraron prior de la comunidad noviciado de Monteagudo, Navarra (España). Durante tres años de su vida se desvivió en el cuidado de los hermanos enfermos de esa comunidad y veló por la vida espiritual de los novicios, a la vez que cultivaba con esmero la suya propia. Con ocasión de una pandemia que asoló la región, Ezequiel proveyó de alimentos a las personas más afectadas.

En el año 1888 su vida da un vuelco completo. Los agustinos recoletos de Colombia estaban atravesando por una situación muy difícil, hasta al punto de peligrar su presencia en ese país. Ezequiel, junto con varios de sus hermanos de la comunidad de Monteagudo, se ofrecieron voluntarios para ir a Colombia a reforzar la presencia recoleta en aquellas tierras. Fray Ezequiel incansable, recorrió, tanto a pie como a caballo, bastas regiones de aquel país, llevando el nombre de Cristo y animando a los frailes a vivir en comunidad con espíritu de piedad.

Debido su perfil de misionero tenaz, de hombre sabio y religioso de una fe profunda, y por su don de reformador, le nombraron vicario apostólico del vicariato apostólico de Casanare, Colombia. Fue consagrado obispo en 1894. Y a los dos años, le nombran obispo titular de la diócesis de Pasto, Colombia. Fueron años aquellos convulsos, difíciles y desconcertantes. No obstante, el obispo Ezequiel supo mantener la calma, dialogar y confirmar a los creyentes en la fe según las directrices del magisterio de la Iglesia, incluso en temas controvertidos. Cansado y enfermo, sale de Pasto el año 1905 y se dirige a España, su patria, para operarse de un cáncer de garganta.

Después de dos operaciones complicadas y fallidas, se retiró de nuevo al convento de Monteagudo a esperar el día en que el Señor lo llamara a la Patria del cielo. Murió el 19 de agosto de 1906, a los 58 años de edad. Poco tiempo de haber fallecido Ezequiel, sus hermanos religiosos, sabedores de santidad de vida, comienzan el proceso de beatificación. El día 01 de noviembre de 1975 fue beatificado por el Papa san Pablo VI, y el 11 de octubre de 1992 fue canonizado por san Juan Pablo II en Santo Domingo, capital de República Dominicana.

 
San Ezequiel nos enseña

¿Qué nos enseña san Ezequiel? Que la santidad cristiana consiste, ciertamente, en constatar la pequeñez de nuestra condición humana pero, ante todo, en acoger el don de Dios, que hace grande nuestro corazón. San Ezequiel, hombre “menudo”, pero con un talante espiritual enorme, nos enseña que los “tres sombreros de copa” que nos hacen crecer son: una vida de oración intensa, un carácter afable y una entrega apasionada a la evangelización. ¿Qué cosas te hacen sentirte pequeño? ¿En qué o en quién gana altura tu vida?

Ezequiel Moreno

Anécdota

En una cierta ocasión, siendo el Ezequiel apenas un niño de siete años, acompañó a su madre al convento de las dominicas de Alfaro, la Rioja (España). Estando en la portería del convento acompañado de su madre, una monja le preguntó qué quería ser de grande. Ezequielito le contestó, sin dudarlo, que quería ser fraile. La hermana dominica viendo su corta estatura física le dijo: “¡Tú, fraile! Tan calandrajo, ¿para qué te quieren?”. Pero él, sin inmutarse, contestó rápidamente: “Ya me pondré un sombrero de copa, para ser más grande”.

Biografía

San Ezequiel nació el día 9 de abril de 1848, en Alfaro, un pequeño pueblo de la Rioja (España). Se sabe que se papá, Félix Moreno, fue un sastre y que su madre, Josefa Díaz, ama de casa. Tuvieron seis hijos, de los cuales Ezequiel era el tercero. La familia Moreno Díaz era una familia modesta, que vivían el día a día con el fruto de su trabajo. Un hogar de valores cristianos muy arraigados. De Ezequiel apenas se tienen noticias de su infancia; seguramente un niño común y corriente, como los demás del pueblo. Se sabe fue monaguillo en el convento de las religiosas dominicas de su localidad, que cantaba muy bien y que era serio y noble.

Ingresó en el convento de los frailes agustinos recoletos de Monteagudo, Navarra (España), en el año de 1865; contaba con 17 años. Tras el año de noviciado, profesó como religioso castidad, pobreza y obediencia en la familia recoleta. En ese mismo convento cruzó estudios de filosofía. Un par de años después fue al convento de Marcilla, Navarra (España), donde estudió la teología. En el año 1869 se embarcó, junto con otros 17 compañeros, rumbo a las Islas Filipinas. Después de cuatro largos meses de viaje en barco, tocaron puerto en la bahía de Manila. Allí mismo fue ordenado sacerdote el 2 de junio de 1871. Su primer destino fue la isla de Palawan, donde con ilusión intentó sembrar la semilla del Evangelio. En aquella isla enfermó de malaria y tuvo que volver a Manila para su recuperación. Permaneció por varios años en esa ciudad y sus alrededores, realizando tareas parroquiales y administrativas.

En 1885, a los 37 años de edad, lo nombraron prior de la comunidad noviciado de Monteagudo, Navarra (España). Durante tres años de su vida se desvivió en el cuidado de los hermanos enfermos de esa comunidad y veló por la vida espiritual de los novicios, a la vez que cultivaba con esmero la suya propia. Con ocasión de una pandemia que asoló la región, Ezequiel proveyó de alimentos a las personas más afectadas.

En el año 1888 su vida da un vuelco completo. Los agustinos recoletos de Colombia estaban atravesando por una situación muy difícil, hasta al punto de peligrar su presencia en ese país. Ezequiel, junto con varios de sus hermanos de la comunidad de Monteagudo, se ofrecieron voluntarios para ir a Colombia a reforzar la presencia recoleta en aquellas tierras. Fray Ezequiel incansable, recorrió, tanto a pie como a caballo, bastas regiones de aquel país, llevando el nombre de Cristo y animando a los frailes a vivir en comunidad con espíritu de piedad.

Debido su perfil de misionero tenaz, de hombre sabio y religioso de una fe profunda, y por su don de reformador, le nombraron vicario apostólico del vicariato apostólico de Casanare, Colombia. Fue consagrado obispo en 1894. Y a los dos años, le nombran obispo titular de la diócesis de Pasto, Colombia. Fueron años aquellos convulsos, difíciles y desconcertantes. No obstante, el obispo Ezequiel supo mantener la calma, dialogar y confirmar a los creyentes en la fe según las directrices del magisterio de la Iglesia, incluso en temas controvertidos. Cansado y enfermo, sale de Pasto el año 1905 y se dirige a España, su patria, para operarse de un cáncer de garganta.

Después de dos operaciones complicadas y fallidas, se retiró de nuevo al convento de Monteagudo a esperar el día en que el Señor lo llamara a la Patria del cielo. Murió el 19 de agosto de 1906, a los 58 años de edad. Poco tiempo de haber fallecido Ezequiel, sus hermanos religiosos, sabedores de santidad de vida, comienzan el proceso de beatificación. El día 01 de noviembre de 1975 fue beatificado por el Papa san Pablo VI, y el 11 de octubre de 1992 fue canonizado por san Juan Pablo II en Santo Domingo, capital de República Dominicana.

San Ezequiel nos enseña

¿Qué nos enseña san Ezequiel? Que la santidad cristiana consiste, ciertamente, en constatar la pequeñez de nuestra condición humana pero, ante todo, en acoger el don de Dios, que hace grande nuestro corazón. San Ezequiel, hombre “menudo”, pero con un talante espiritual enorme, nos enseña que los “tres sombreros de copa” que nos hacen crecer son: una vida de oración intensa, un carácter afable y una entrega apasionada a la evangelización. ¿Qué cosas te hacen sentirte pequeño? ¿En qué o en quién gana altura tu vida?