AUTORIDAD


Lunes III de Adviento

Escuchemos a san Agustín

«Reconozcámosle también nosotros, acerquémonos al pesebre, comamos la vianda, llevemos a nuestro Señor y guía, para que bajo su dirección lleguemos a la Jerusalén celeste.»

Sermón 190, 3.

Reflexión

Estamos en el Adviento. Y puedes hacer algo más que pasarlo inapetente entre anuncios y comerciales que te invitan a consumir...
  1. ¿Te imaginas que Jesús te escribe una carta de Adviento? ¿Qué te diría?
  2. Lee esta como si fuera dirigida a ti. ¿Qué más cosas habría que añadir?
  3. Respóndele con otra carta... ¡Y con la vida!
¡Despierta tu corazón!
Querida amiga, querido amigo: Me he decidido a escribirte esta carta para evitar lo que sucedió el año pasado y hace dos y tres y... casi siempre. Oigo tu voz: “Ven, Señor Jesús.” Y me enorgullece cómo me llamas, unas veces en el silencio de tu corazón, otras junto a tus compañeros de clase o de catequesis... La verdad es que todos los años me ilusiono y después... paso por tu vida y no me queda más remedio que pasar de largo. Y aunque me duela decírtelo, me remito a los hechos:

  • Paso por tu casa y me gustaría quedarme para echarte una mano haciendo la cama o bajando la basura, decorando el salón o preparando los regalos... Sin embargo, tú estás muy ocupado con el móvil, con las redes sociales..., y no me necesitas en absoluto.
  • En el cole me acerco a ti; aveces para que me prestes los apuntes, en ocasiones te pido que me ayudes con alguna materia; otras que, simplemente, me hagas compañía... Y... pasas una y otra vez de mí y, aunque no me lo dices, lo piensas: “Ya tengo bastante con lo mío, que los otros se busquen la vida.”
  • En el recreo intento formar parte de tu pandilla, pero año tras año me doy cuenta de que el grupo está herméticamente cerrado y me tengo que conformar con que toque cuanto antes la campana para volver a clase...
  • En la parroquia me vuelvo a ilusionar y me siento a tu lado y te hablo y te sonrío... ¡Qué pena! Nuestra amistad dura la media hora de la celebración o los tres cuartos de hora de la reunión. Después me dejas cerrado y bien cerrado...
Amiga, amigo: Podría seguir, pero no quiero que pienses que te “estoy echando una regañina.” No, no, todo lo contrario. Me gustaría tantísimo que este año fuera diferente. Que este año me descubrieras, me reconocieras entre tu gente, entre tu familia, entre tus compañeros... ¡Es tan fácil! Tan solo tienes que despertar tu corazón y te aseguro que me verás por todas las partes... Ah, y lo mejor de todo, no pasaré de largo porque juntos haremos una pareja formidable, un equipo ganador, un tándem inseparable...

Querida amiga, querido amigo: Este Adviento te invito a cambiar de estrategia. Si quieres sigue repitiendo “Ven, Señor Jesús.” Pero continua, por favor, la frase: “que te estoy esperando.” Algo me dice que este año no pasaré de largo... ¡No me hagas equivocarme una vez más!

Querida amiga, querido amigo: Despierta tu corazón... ¡Estoy a punto de llegar! Te quiere, tu amigo Jesús de Nazaret.

J. M. de Palazuelo
  • Abre tu corazón a Dios en un momento de oración y dirige tu carta, sea escrita o meditada, a Dios.

Para pensar