El escritor Yuval Noah Harari publicó en el año 2011 una obra en hebreo titulada “Sapiens. De animales a dioses: Breve historia de la humanidad”. En el año 2014, el libro ya había sido traducido a más de 60 idiomas.
El autor, con arte e ingenio, intenta responder en esta obra a las preguntas sobre el origen y el destino de la humanidad desde los postulados de las ciencias empíricas.
En resumen, sostiene que, en el proceso de la evolución de las especies animales, a la humanidad le aguarda el destino de convertirse en dios; ni más ni menos.
Para el autor, los seres humanos procedemos de un grupo particular de homínidos -monos o changos, para que nos entendamos más fácil - y en algún momento de la historia llegaremos a ser dioses como proceso final de nuestra evolución.
Y lo que permitirá el paso de hombres a dioses será aquello mismo que permitió el salto cualitativo de animales a hombres, a saber, la “inteligencia”
, y la revolución cognitiva y científica que esta puso en marcha.
Sin embargo, podríamos preguntarle a nuestro querido Yuval Noah Harari en qué fase de la trasformación nos encontramos en este momento de la historia de la humanidad… ¿Será que ya casi alcanzamos la meta?
Y los conflictos que estamos viviendo como humanidad
-guerras, dictaduras, asesinato de inocentes e indefensos, polarizaciones ideológicas, avance del poder destructor y mortífero de los narcotraficantes, etc.-, ¿responde también a alguna de las fases de la evolución de los seres humanos para llegar a ser dioses?
De animales a dioses, pasando por la fase de seres humanos, presenta los tres protagonistas de esta reflexión: los animales , el hombre
y Dios
. Comencemos por los animales. Creo que es bastante evidente que se cuida y protege mucho a las especies animales, especialmente a los “animales de compañía”.
La ciencia y la medicina están también al servicio de la salud de los animales, casi a la par del cuidado de la salud de las personas.
Ahora se puede encontrar una veterinaria a la vuelta de la esquina , y son habituales las consultas al veterinario, casi igual o incluso más que las que tenemos regularmente las personas.
Y la misma industria y el comercio han pensado en mil maneras distintas de hacer la vida más práctica y cómoda a las mascotas.
En los supermercados se encuentra una amplia sección de accesorios para ellas.
Se les lleva al peluquero
, al parque
, a sesiones de masaje, etc.
No sé si estarán de acuerdo conmigo, pero tanto interés e inversión en las mascotas puede llegar a dar la impresión de que se está “humanizando” a los animales.
Una manifestación de esta tendencia es que resulta cada vez más extendida la persuasión de que es mucho mejor tener y criar perros y gatos
, que engendrar y educar hijos
. Y se le quiere al perro o al gato con el mismo tipo de amor con que se le quiere al padre
, o a la madre
, o a la propia pareja
; esto para hablar de dos tipos de amores que resultan particularmente especiales para el ser humano.
¿Y el ser humano? Frente a esta sensibilidad por los “animales de compañía”
, las personas nos vemos emplazadas a recomponer el significado de los vínculos interpersonales.
Podría decirse, en general, que cuidamos los unos de los otros. Sin embargo, el avance de expresiones de descarte del ser humano frente al mismo ser humano
, como lo es el aborto, la eutanasia, la manipulación de embriones, el tráfico de órganos, la trata de blancas y la explotación sexual infantil
, debería interpelarnos un poco más.
Ironías de la vida : quienes protegen a los animales
, parece que están perdiendo la capacidad de protegerse a sí mismos
cuando se encuentran frente a situaciones de debilidad, improductividad y vulnerabilidad. ¡Qué terrible!
A la humanización de los animales
, se corresponde la deshumanización de las personas.
Las mascotas sacan lo mejor de las personas
, y las personas sacan lo peor y despiertan los fondos oscuros y bélicos de las mismas personas.
¿Y Dios? La verdad es que, para nuestra sensibilidad contemporánea, la misma palabra está cargada de muchas contradicciones
; hasta ese puerto la hemos llevado las culturas y las civilizaciones.
Ahora bien, la fe cristiana, también con una sensibilidad distinta, sostiene que el Dios de Jesucristo
está empeñado, como nadie más lo está, en la humanización del hombre.
En el Hijo de Dios, el Cristo encarnado
, Dios mismo se hizo hombre, para que los hombres pudieran llegar a ser dioses a través de su Humanidad de Cristo.
Mientras los hombres se esfuerzan en ser dioses con sus propias fuerzas, Dios se empeña, por la humildad
, en hacerse hombre para que los hombres sean plenamente humanos.