PROFETA


Jueves II de Adviento | Inmaculada Concepción

Escuchemos a san Agustín

«El profeta de Dios no es más que el anunciador de las palabras de Dios a los hombres, los cuales o no pueden o no merecen oír a Dios».

Sobre el Heptateuco 2, 17.

Reflexión

Llegó una vez un profeta a una ciudad y comenzó a gritar, en su plaza mayor, que era necesario un cambio de la marcha del país. El profeta gritaba y gritaba y una multitud considerable acudió a escuchar sus voces, aunque más por curiosidad que por interés. Y el profeta ponía toda su alma en sus voces, exigiendo el cambio de las costumbres.

Pero, según pasaban los días, eran menos cada vez los curiosos que rodeaban al profeta y ni una sola persona parecía dispuesta a cambiar de vida. Pero el profeta no se desalentaba y seguía gritando. Hasta que un día ya nadie se. detuvo a escuchar sus voces. Mas el profeta seguía gritando en la soledad de la gran plaza.

Y pasaban los días. Y el profeta seguía gritando. Y nadie le escuchaba. Al fin, alguien se acercó y le preguntó: «¿Por qué sigues gritando? ¿No ves que nadie está dispuesto a cambiar?» «Sigo gritando ---dijo el profeta- porque si me callara, ellos me habrían cambiado a mi.»

Para pensar

  • ¿Sientes que estás llamado a predicar, pero tienes miedo?
  • ¿Crees que te ha cambiado la sociedad?