Prejuicios sobre la vocación…. Parte I

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Prejuicios sobre la vocación… Parte II
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Prejuicios sobre la vocación… Parte II
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Cuando una persona se plantea la vocación cristiana se enfrenta muchas veces a prejuicios que han aprendido o escuchado dentro de su círculo más cercano, incluso dentro de la Iglesia. A continuación algunos prejuicios, falsas ideas o mitos acerca de la vocación:

  1. La vocación es algo para personas privilegiadas (inteligentes, buenas, con muchas capacidades, etc.). Hay quienes así lo piensan y, lo que es peor, hay quienes se lo creen y emprender un camino vocacional con la conciencia de ser “especiales”. Normalmente esta idea está más asociada a la vocación sacerdotal o religiosa. Y las vocaciones laicales se consideran de menor rango o de segunda categoría. Mentira: todas y cada una de las vocaciones específica son un modo digno y bello de recorrer un sendero que conduce a la plenitud del amor, a la santidad.
  2. No soy digno de “esa vocación”. En cristiano, podemos decir que nunca nadie es digno de nada, todo es un don, un regalo inmerecido. Dios no llama a los que son, supuestamente, más dignos de una u otra vocación. Dios elige y llama a los que Él quiere para un plan que solo Él sabe y que nos va descubriendo poco a poco si en verdad nos abrimos a su acción en nuestro corazón.
  3. Respecto a la vocación, no podré con ella, no seré capaz… Nadie es, por sí mismo, capaz de asumir, vivir y crecer en una vocación específica. Cada vocación cristiana es solo posible en Aquel que la inspira, la anima y la acompaña. En el momento presente, considerar todas las implicaciones, consecuencias y exigencias que pueda tener una opción de vida en Cristo, sí que asusta. Pero precisamente se trata de confiar en que Dios nos dará la capacidad de responder a lo que nos pide en cada momento de la vida; Él es quien sostiene nuestro sí.
  4. Si otros fracasaron en su vocación, a mí me puede pasar lo mismo. Ciertamente todos conoceos a “buenos cristianos” que fracasaron en su opción de vida en Cristo. En la vocación específica pasan muchas cosas que no puedes prever, como la vida misma… Esto no es lo importante. Lo fundamental es cómo alimentamos la confianza en nuestras opciones. Si se quiere auto-justificar el miedo, la comodidad, la incongruencia o la mediocridad, cualquier escusa es buena. Pero si existe un deseo fuerte de crecer, asumir y afrontar, aunque parezca exigente, la persona se compromete y responsabiliza de sí misma y de aquello que construye con su libertad.
  5. Para qué decantarme por una vocación, si puedo vivir lo mejor de cada opción sin comprometerme con nada en concreto. La vida es mucho más que consumir experiencias agradables, disfrutar de la libertad y no atarse nunca a nada. Con esta mentalidad, ciertamente para qué hacer una opción. Sin embargo, lo que está en juego es el amor que se vive, que nutre, que esponja el corazón. Y para que el amor sea en verdad real y concreto, pide relación, tiempo, comprensión y descentramiento… La cuestión está pues, en el tipo de amor que elijamos vivir. Y la vocación específica será la que nos posibilita custodiar y recrear ese amor.
  6. La vocación, ¿para qué es, para auto-realizarse o para auto-trascenderse? No es, ni mucho menos, un asunto de poca importancia. La mayoría de las personas, incluso de los cristianos, pensamos que la vocación es una decisión personal de auto-realización. Lo es sí, hasta que deja de serlo…, precisamente son los fracasos, las dificultades, la rutina, los límites insalvables de la relación, lo que hace pedazos esta comprensión de la vocación. La vocación cristiana y las distintas opciones de vida cristiana o las regula la relación personal con Dios, que es quien las inspira, o terminan en proyectos humanos que ya no dan más de sí. Por lo tanto, las vocaciones específicas son una llamada a salir de sí mismos y desde sí mismos, al encuentro con el otro y con el Otro; la vocación es para trascender.
  7. Para muchos la vocación es una evasión, algo así como un “refugio” fácil para no afrontar la vida y sus conflictos. Las vocaciones específicas pueden experimentar un descrédito por el testimonio ambiguo que los cristianos damos en la vivencia de la propia vocación. ¿De dónde nace la ambigüedad? A veces de motivaciones conscientes que traicionan de raíz el espíritu con que se debería de vivir cada vocación, como lo puede ser la simple necesidad de aprobación por parte de los demás. También de motivaciones inconscientes que poco a poco van emergiendo en los conflictos y en la vivencia de la propia vocación. Por eso es importante realizar un camino de discernimiento abierto, sincero y auténtico, para madurar, en libertad, cualquier proyecto de vida en Cristo.
  8. La vocación da acceso a la posibilidad de que algunas personas se auto-promuevan. Consciente o inconscientemente, puede ocurrir que haya personas que se decanten por una opción de vida porque les permite ir accediendo en el escalafón del prestigio y del reconocimiento social. Cierto, puede darse el caso y, de hecho, se dan casos. Ninguna vocación cristiana específica tiene la madurez suficiente para llegar a comprender, no ya como teoría, sino como experiencia, que la llamada que recibió tiene que ver con servir, entregarse, desgastarse, morir a sí mismo… Solo quien vive cristianamente su vocación llega a entender estas cosas y a mantenerse en su opción.
  9. La vocación es solo un proyecto de vida sin más; en la práctica, ser cristianos, no cambia nada. De acuerdo en que una opción de vida sin Cristo tiene su valor y se puede vivir como vocación. Pero completamente en desacuerdo plantear que seguir a Cristo en una opción de vida, no cambia las cosas en nada. Posiblemente para muchos cristianos una vocación específica sea solo un trámite cultural sin repercusiones, más allá de los estándares culturales en los que se vive la propia opción. No obstante, para quien maduró una opción de vida en Cristo y desea vivirla como expresión de respuesta a una llamada, como camino de búsqueda de la voluntad de Dios en su vida, tiene consecuencias prácticas muy importantes.
  10. La vocación específica es una opción porque no tuve otra mejor opción. Nadie hace una buena opción en Cristo si no tiene al menos dos alternativas reales y posibles, válidas y buenas, a partir de las cuales tomar una decisión. Y nadie hace una buena opción en Cristo si no le duele aquello a lo que renuncia; si no duele aquello a lo que se renuncia, posiblemente es que no se comprende el valor de lo que se elige. Evangélicamente tiene su sentido. Estamos hablando de que quien encuentra un tesoro, va y vende todo lo que tiene, para comprar el campo donde está el tesoro (Mateo 13,44-46).

¿Cuál prejuicio crees que influye más en las decisiones de las personas?